La cultura popular cuando piensa en Trastornos de Conducta Alimentaria (TCA) (que es una etiqueta amplia que engloba varias alteraciones de la alimentación, siendo la Bulimia y la Anorexia las más conocidas) tiene la imagen de la persona, normalmente una chica, obsesionada con la delgadez y su aspecto físico.
Y no es que eso no ocurra, pero es sólo la punta del iceberg. En primer lugar, si bien es cierto que existe una cultura de culto al cuerpo exagerada, donde las mujeres (aunque ya también los hombres) son todos los días bombardeadas/os con un canon de belleza imposible de seguir, salvo que dediques tu vida a ello y la genética acompañe. Pero entonces la pregunta es, ¿por qué si el 100% de las mujeres están expuestas a esa presión e influencia mediática/cultural sólo afecta a algunas? Pues porque éste es un factor importante y necesario, pero no suficiente en sí mismo. Para volver a señalar esto, decir que los primeros casos de anorexia documentada son los de la princesa portuguesa Santa Wilgenfortis, en plena Edad Media, donde no existía ese culto al cuerpo ni había la presión mediática actual, lo cual vuelve a evidenciar que hay factores que potencian un tipo de problemáticas en lugar de otras, pero que no son determinantes por sí mismos.
Los trastornos de conducta alimentaria realmente tratan sobre el control. Normalmente son personas que han vivido sucesos difíciles que no han podido controlar, como abusos sexuales, bullying, padres excesivamente críticos (no podían controlar las críticas porque siempre había algo que estaba “mal o mejorable” por mucho que se esforzasen), enfermedades, accidentes o sucesos similares. Muy frecuentemente también una estructura familiar que uno observa muy a menudo en consulta, que recoge la literatura académica y que es prototípica: padres ausentes (normalmente muy volcados en el trabajo) y madres que se sienten solas y “tapan” ese vacío a través de la relación con sus hijas, que se vuelve muy “fusionada”.
Sea por el suceso que sea, estas personas viven algo que es muy doloroso en su vida y sobre lo que no tienen ningún control (por presencia de algo dañino, por no poder evitar algo, por no poder solucionar un problema que les afecta, por no poder alcanzar algo que necesitan), y entonces empiezan a asociar el no control con un malestar intenso, ¿qué es lo que hacen para intentar sobrellevarlo? “compensar” tratando de controlar otras cosas, como por ejemplo la alimentación y su cuerpo. Es notorio señalar que la compensación a través del cuerpo es frecuente precisamente porque lo que no pueden controlar suelen ser cosas abstractas, ambiguas relacionadas con sus sentimientos o relaciones, y el cuerpo es algo físico, material y concreto. En mitad de toda esa tormenta de malestar emocional sobre la que no tienen control alguno encuentran algo sólido, concreto a lo que aferrarse, un asidero que impide que la tormenta les arrastre.
Paradójicamente, este hiper control genera mucha presión, lo que les lleva a tener “válvulas de escape” para equilibrarse en forma de descontrol: atracones de comida, desregulación emocional, ataques de pánico y ansiedad o a veces conductas impulsivas como compras, sexo o hasta autolesiones. Esta sensación de descontrol es muy aversiva para ellas porque les conecta con esas experiencias que tienen grabadas donde no tuvieron control, lo que les lleva a intentar compensar controlando más cuerpo y comida, que les lleva a más “válvulas de escape” en un complejo y doloroso círculo vicioso.
A esto hay que sumar otras manifestaciones de este hipercontrol como una elevada autoexigencia y autocrítica. Suelen ser personas que se machacan enormemente, que se exigen mucho en diferentes áreas, no sólo en su aspecto físico, como el académico, el familiar o incluso el moral/ético. Viven continuamente bajo la tiranía y el ataque de una parte autocrítica brutal, que les genera un brutal ansiedad y tristeza que sólo logran calmar cuando cubren ese “estándar” por lo que viven esclavos del mismo.
Las personas que padecen un TCA se sienten muy solas, creo que algunas niñas afectadas por esta mierda han sido de las persona que más me han partido el corazón al empatizar con su soledad, que es muy dura y desgarradora. Bien porque se aíslan del mundo porque no se gustan a sí mismas o bien porque se relacionan con otros tras una máscara de calculada perfección para sentirse seguras y “gustar”, lo que hace que su “yo real” se sienta muy solo. En las familias, cuando la patología se hace evidente, todo empieza a girar entorno al trastorno: si comen o no, lo delgadas que están… Y eso les hace sentirse más solos, pues nadie ve a la persona tras el problema, nadie se interesa sobre si están tristes o no, si les va bien con su pareja…
Al final lo único que tienen es su delgadez, así que no van a renunciar a ella si no se les da nada a cambio y si no se les ayuda con el problema que manejan a través de ésta, de ahí que los tratamientos centrados en la ingesta de alimentos suelen ser poco efectivos y sobre todo, no evitan las recaídas.
Resumiendo, hay una imagen distorsionada de su propio cuerpo y una obsesión con la delgadez, pero esto es el resultado de un proceso más profundo, de una sensación de vulnerabilidad de la que tratan de protegerse compensando, y esa es la gran herida que hay que curar.
Buenaventura del Charco Olea ejerce como Psicólogo en Marbella, Granada y Online, además de como ponente o profesor invitado en diferentes Universidades, Congresos e Instituciones.