Qué nos gusta convertirlo todo en tendencia, con sus hashtags y nombres rimbombantes… Nos encanta, o le encanta a quien quiere hacer caja o hacerse famoso, ponerle a todo una etiqueta y tratar de sacar tajada. Estamos patologizando realidades normales como que después de unos días de chiringuito, siestas, comer en la calle y playa a nadie le apetece volver a currar y que se hace duro, que estás cansando y tú cuerpo se resiente a horarios concretos y al despertador o que estás «empanado» por la inactividad y vas a tardar unas semanas en ponerte modo trabajo. De modo que vas a ser más torpe y lento en tu desempeño laboral y eso incluso quizás te genere cierta ansiedad al percibirte menos capaz. ¿Sentido común, no? Desde las grandes asociaciones de psiquiatría y psicología, o los «diccionarios» de clasificación de enfermedades, es decir, la guía donde se recogen todas las patologías que tienen consenso científico, clínico o académico consistente en absolutamente ninguna se recoge el supuesto síndrome de depresión post vacacional. Si más allá de lo descrito anteriormente, que es un mero proceso de adaptación normal, porque las personas no somos putas máquinas que se ponen en un programa vacaciones o un programa trabajo (de la misma forma que los primeros días de vacaciones te cuesta no levantarte tarde, por ejemplo) volver al trabajo o a tu vida normal te genera una alteración de tu estado de ánimo o una ansiedad significativa lo que probablemente pasa es que tienes una vida o un trabajo de mierda. Si volver de las vacaciones es particularmente duro no es por el hecho de volver, sino por aquello a lo que vuelves: hay algo que no funciona nada bien y que cuando se te acaba el escape de las vacaciones tu cuerpo se activa y se resiente, dándote la información de que aquello a lo que vuelves no le viene nada bien, así que genera esa ansiedad, rabia o tristeza de la misma forma que se encienden los pilotos del salpicadero del coche: para decirte que algo no va bien, que te encargues de ello y lo cambies, no para que lo tapes y quizás te empastilles o te vuelvas a acostumbrar (hasta a comer mierda se hace uno al cuerpo) acomodándote al dolor. Así que en vez de ponerle un nombrecito, simplemente trata de ver que hay más allá de que volver a madrugar no le gusta ni a Dios.
Buenaventura del Charco Olea ejerce como Psicólogo en Marbella, Granada y Online, además de como ponente o profesor invitado en diferentes Universidades, Congresos e Instituciones.