La pandemia ocasionada por el COVID-19 ha supuesto una profunda transformación en nuestros hábitos de vida y muchos de ellos, según los expertos, han venido para quedarse. El mundo post pandemia no será igual que el que conocimos antes de la misma, hemos “experimentado” de forma acelerada algunos cambios sociales y los resultados de muchos de ellos harán que se perpetúen y formen parte de la nueva realidad.
Las crisis, como siempre ocurre, provocan cambios y dudas, y tras atravesarlas algo cambia, no necesariamente a mejor, pero si más acorde a la nueva situación actual. ¿Se pueden extraer lecciones de todo esto? Pues supongo que sí, de hecho ya compartí en este blog mis idas de olla y rayadas al respecto (Lecciones del Coronavirus) aunque ojalá no hubiéramos tenido que pasar por todo.
Sobre qué cambiará para siempre tras esto hay un montón de teorías y conjeturas, desde el fin del capitalismo que señala SlavojŽižek o acelerar los pasos en nuestra propia evolución como especie de Yuval Noah Harari (de este tio me flipa su forma de pensar, aunque caiga en cierto reduccionismo biologicista. Te recomiendo enormemente su libro “Sapiens” si quieres hacerte una buena follada mental de esas que te hablan de cosas desde un enfoque muy diferente que cambia tu percepción de las cosas) y vete tú a saber quien llevará razón. Supongo que como pasa con frecuencia, algunas de las predicciones no se darán y surgirán otras cosas en las que nadie calló, pero en lo que parece haber más consenso es en el hecho de que el teletrabajo como forma habitual de empleo (o cada vez más presente) es algo que se ha visto impulsado por el confinamiento y que ha llegado para quedarse.
¿Es esto malo? En mi opinión es una puta mierda, pero claro, es sólo mi opinión personal, y las opiniones son como los culos, que todo el mundo tiene una, así que voy a intentar exponerte lo que creo que implica psicológicamente, y analizar las cosas buenas y malas que me han llevado a realizar dicha evaluación.
En primer lugar y yendo al grano, que hoy escribiendo me doy cuenta de que estoy muy disperso, el primer problema del teletrabajo es que es mucho más difícil desconectar. Los horarios se vuelven líquidos, o cuando menos, permeables, de forma que no hay unos límites claros que nos ayuden a acotar el “cuándo” estamos en nuestra vida y cuándo estamos en lo laboral. Estás en casa, pero estás conectado, por lo que en cualquier momento alguien puede llamarte, escribirte un mail o lo que sea para volver a llevarte al trabajo. Puede que eso dure apenas unos segundos, pero tu mente no descansa y no llega a tener esa entrega a aquello en lo que estás si siempre en el momento presente, en el aquí y el ahora si continuamente hay algo que te lleva al trabajo. Todo esto por no hablar de los grupos de whatsapp con los compañeros del trabajo, donde lo laboral y lo personal se entrelaza de forma inseparable. Es cierto que algunas de estas cosas pasaban ya antes del COVID 19, pero el teletrabajo que vendrá o que ya ha llegado y debemos aceptar lo intensificará aún más.
Otra cosa que no ayudará nada a que desconectes será la falta de “higiene espacial”. No me voy a poner muy técnico, pero decirte que nuestra mente está hecha de tal forma que funciona por asociación, asociamos a determinados contextos, personas o cosas, formas de sentirnos o modos de estar, y esto lógicamente ocurre con los lugares. Seguro que has experimentado aquello de volver de un día agotador de curro y llegar a casa, sentarte en el sofá o abrirte una cerveza en la cocina y sentirte en casa, al momento notas como tu cuerpo se relaja y tu mente baja de revoluciones. Esto se debe a que tu mente asocia ese lugar a las sensaciones que suelen experimentar en ellas, de la misma forma que a veces yo puedo ir bostezando por la calle y al llegar a la consulta o la universidad me activo como si me acabase de meter un café solo: mi mente asocia esos lugares a actividad, así que al estar en ellos se activa. El teletrabajo desdibuja las barreras entre los espacios de trabajo y el estrés que siempre conllevan y los espacios familiares o personales y esto me parece muy jodido. Porque creo que los rollos de un sitio y otro se queden en su lugar, así cuando estamos jodidos en lo personal nos queda el oasis del trabajo y al revés. Ahora, todo mezclado.
Pero por si todo esto fuese poco, creo que en este mundo tecnológico que vivimos, cada vez hay menos espacios para el contacto entre personas y tenemos un déficit de humanidad notorio. Ese chiste fácil con tu compañero, el descanso de echarte un piti criticando al jefe, preguntar el último cotilleo… parece poco trascendente, pero creo que esas cosas son de vital importancia. Ahora hablamos por internet con los amigos, trabajaremos también por internet, hasta ligamos y se empieza a “follar” (me niego a llamarle así) por internet. Creo que necesitamos más carne y menos pantallas.
Finalmente y de forma muy breve, que he divagado mucho y esto empieza a ser una buena chapa, creo que el teletrabajo conlleva por lógica más sedentarismo, lo que lleva a problemas de salud y peor estado anímico. ¿Las cosas buenas? Quizás el poder pasar más tiempo con sus hijos y mascotas quien las tenga, aunque no creo que eso sea tiempo real ni de calidad porque estas con ellos pero con la cabeza puesta en el trabajo y no tener que llevar corbata o uniforme al que le toque…
Van a tener que quitarnos el chándal con espátula.