Sin lugar a dudas, el Mindfulness es algo que está muy de moda, ya mismo te compras un yogurt y viene con Mindfulness. ¿En qué diablos consiste el Mindfulness?
Jon Kabat-Zin, creador de esta práctica psicológica, estudió la meditación vipasana del budismo y decidió estudiarla como conducta, es decir, básicamente quitarle el componente metafísico y religioso del mismo y convertirá en una práctica o hábito saludable. Primero lo aplicó en el tratamiento del dolor crónico con efectos muy positivos y después con la ayuda de Teasdele y Seagel como tratamiento en depresión y con bastantes buenos resultados, especialmente en pacientes con tendencias a las recaídas (y consiguió esperanzadoras mejorías). A partir de ahí, como pasa con casi todas las técnicas y modelos de psicoterapia (Están contabilizadas más de 192 tipos de psicoterapia) se empezó a intentar aplicar a todo… y en el caso del Mindfulness, se puso de moda.
Quiero aclarar que este no es un artículo anti mindfulness. De hecho, mi trabajo de fin de máster de uno de mis postgrados fue una revisión bilbiográfica sobre la aplicación de esta técnica en el tratamiento de la depresión. Pero sí que no creo que sea una panacea universal aplicable a todo, como quieren vendernos ahora, o que algo tan complejo y personal como la felicidad se alcance poniendo a la gente a meditar por muy bueno que sea. Creo que cada persona tiene un sentido de vida y una visión de la misma muy diferentes, en base a su historia de vida pero también a sus decisiones. La felicidad es un estado que se experimenta de forma similar en las personas, pero que tiene diferentes formas de llegar a ella. Vamos, que cada persona tiene su camino para llegar a la misma y la cosas que a mi pueden hacerme feliz no tienen por qué hacértelo a ti.
Meditar consiste en aprender a no tratar de controlar aquello que pensamos o sentimos, sino simplemente observarlo sin juzgarlo como bueno o no, tomando consciencia de ello. ¿Lo lees y no te enteras de nada y te suena a cosas de abraza-árboles y locos de las hierbas? Es normal, porque es un proceso experiencial, por lo que es difícil explicar en lenguaje verbal. Es algo así como explicar el sexo o bailar con palabras. Es un proceso que entiendes cuando lo vivencias y lo llevas a cabo a través de su práctica. El caso es que te ayuda a tomar distancia de tus propios pensamientos y sentimientos, a soltar el control y a parar la rumiación, que es como llamamos los psicólogos a esos pensamientos a los que estamos siempre dándoles vueltas y suelen ser negativos (uno de los patrones de pensamiento habituales en personas deprimidas).
El Mindfulness es bueno para la depresión porque ayuda a no pensar tanto y a saber distanciarnos de nuestros pensamientos “negativos”, y también es bueno para las personas con ansiedad porque les ayuda a “no controlar” (los trastornos de ansiedad tienen mucho que ver con el hipercontrol) sino simplemente observar la acción de su mente. Además han surgido variables, algunas con mucho sentido y otras relativamente estúpidas en mi opinión, que añaden componentes al mindfulness o crean meditaciones especiales para cierto tipo de temas, como conciliar el sueño o manejar algunos problemas concretos.
Sin embargo, el Mindfulness es una herramienta y como toda herramienta puede usarse bien o mal. No es buena o mala por sí misma, sino que depende de cómo se usa y sobre todo desde dónde lo hacemos.
Por un lado, encuentro en muchas personas “especializadas”, y lo digo entre comillas porque hay mucho “coach” o “terapeuta alternativo” y similares con escasa formación, además de psicólogos que se han hecho un máster en mindfulness y quieren amortizarlo. Aunque también hay mucho profesional muy bien formado y que sabe aplicarlo de maravilla, como una de las psicólogas que trabaja conmigo en la clínica donde ejerzo de psicólogo en Granada. El caso, es que esta manía de aplicarlo para todo, y encasquetárselo a todo el que entra por la puerta me parece peligroso y que es de tener poca visión clínica o saber hacer pocas cosas como psicoterapeuta. Como decía el gran Maslow, “Si sólo tengo un martillo, creeré que todos mis problemas son un clavo”.
Es cierto que no hace falta estar enfermo para practicar Mindfulness. De hecho es uno de los hábitos de vida saludables que todos tendríamos que hacer, algo equivalente al deporte o a una buena alimentación. Yo lo he practicado en algunos momentos de mi vida y se nota enormemente a nivel de paz mental, si bien he de decir que en mi caso (y en el de otras muchas personas) es complicado practicarlo todos los días y a veces te pones a meditar y no lo consigues, lo que es muy frustrante. Pero eso no significa que hacerlo te vaya a solucionar todo.
Por otro lado, he visto muchos pacientes que hacen mindfulness y que les viene más mal que bien. Gente que le cuesta enfrentarse a los problemas, que les da miedo tener conversaciones difíciles o acompañarse a sí mismos en su tristeza o que no asumen la responsabilidad de su vida y de obrar cambios en ella. Ellos utilizan el mindfulness de forma “evitativa”, que es básicamente como llamamos en psicología al proceso de hacer otra cosa para no mirar, sentir, pensar o hacer algo que nos resulta difícil o nos da miedo.
Así que medita si quieres, es más, te animo a ello, pero hazte una pregunta: “¿Meditar es algo que hacer para tratarte bien, o sólo lo haces para evitar confrontar aquello que te da miedo?”