Tengo una sección en Onda Cero Marbella llamada “El Consultorio” donde los encantadores Julio y Concha me hacen preguntas sobre psicología, hablamos de forma divulgativa y relajada durante unos 10 minutillos de algún tema y aclaro dudas o explico cosillas. La verdad es que llevo con ello unos meses y está bien no ser yo siempre el que habla solo sin conversar con nadie (como cuando escribo artículos, contenido o doy conferencias), el caso es que el otro día me pidieron hablar sobre algo de lo que se ve mucho en redes sociales y libros de autoayuda que son los supuestos PAS, personas altamente sensibles, y di mi opinión sobre ello, explicando los datos y posturas existentes. Cual fue mi sorpresa que recibí tres correos electrónicos de personas descalificándome como profesional y persona por dudar de la existencia de estos diagnósticos, a pesar de que argumenté e incluso aporté datos sobre mi postura. Tres correos pueden parecer pocos, pero yo no soy ningún influencer de cientos de miles de seguidores y, desde luego, me sorprende que oigas a una persona en la radio y porque no estés de acuerdo con él en un tema cuestionable, te preocupes en buscarle en internet, ver su correo electrónico y enviarme un mail. Como es un espacio corto, decidí hacer una entrada de blog donde intentar profundizar en este tema y otros con los que creo que están pasando algo similar, y es lo que podríamos denominar como “Diagnósticos Positivos”.
Continuamente se oye hablar de lo dañino que son las etiquetas, haciendo referencia a los diagnósticos sobre enfermedad mental, trastornos del espectro autista, minusvalías o determinado tipo de síndromes. ¿Por qué se hace esto? Muchos profesionales observamos que cuando categorizas a una persona en una enfermedad, la persona acaba funcionando en base a lo que se espera de ello, es decir, si te diagnostican como depresivo, al final esa idea de que tienes ese problema hará que empieces a actuar como tal o es probable que utilices el diagnóstico para justificar tu forma de actuar y no asumir tu responsabilidad y libertad de elección en tu vida. Otro problema es que a veces, se cae en acabar explicando todo lo que le pasa al paciente por esa etiqueta, por ejemplo, considerar que un niño se porte mal tiene hiperactividad sin pararse a ver cómo están influyendo las broncas que tienen los padres en casa casi a diario y la ansiedad e inquietud que eso le genera. Me podría enrollar con esto tela, pero vamos, que los diagnósticos son algo necesario para la comunicación entre profesionales y para que el paciente pueda entender mejor lo que le ocurre, pero son un arma de doble filo.
Lo sorprendente por esto, es la extraña moda actual, que observo entre sorprendido, descojonado y encabronado, de crear etiquetas, pero de carácter “agradable”. Creo que vivimos en la generación del “Yo”, en una cultura y una industria del consumismo que todo el rato nos señala que tenemos que ser especiales, diferentes, únicos y que nuestro valor no reside en nuestro hecho de ser seres humanos o bondad, sino en nuestros méritos, cualidades o, incluso, posesiones. La presión para no ser “del montón” y destacar es enorme, incluso en esa bazofia intelectual que es el pensamiento positivo y todo ese desarrollo humano y psicología de panfleto, superficial y de modas, se nos exhorta, casi como una condición indispensable para ser felices o tener alguna valía como individuo, a encontrar nuestro “talento oculto” o “rasgo especial”. A veces creo que en el futuro nos verán como una época en la que la humanidad era como un niño pequeño queriendo sentirse importante y diferente.
El caso es que ahí, aparecen todos estos “diagnósticos positivos” que te señalan cuán especial eres, y que elevan a categoría que te diferencia del resto de la humanidad, te define como individuo más que tu propia libertad de elección o valores y te hacen sentir super mega único, con derecho a un trato diferente y a la pataleta por sentirte incomprendido porque la gente no entiende que eres distinto al tener esa cualidad tan maravillosa. Aunque más adelante hablaré de algunos de los más conocidos y sus características, viéndolos de forma genérica, creo que hacen bastante más mal que bien, porque implican todo lo que he señalado de cualquier tipo de etiqueta diagnóstica, pero también porque al ser “buenos” la persona se aferra especialmente a ellos en una construcción narcisista de sí mismo y en una proclama de su diferencia que le otorga la capacidad de juzgar a los demás o victimizarse por lo poco que está adaptado el mundo a sí mismo.
Yendo a los casos concretos, empezaré con las autodenominadas Personas Altamente Sensibles o PAS (y digo esto porque en la mayoría de los casos es la persona la que se pone la etiqueta tras leer cuatro cosas en internet lo que siempre es sinónimo de rigor y garantía). Las PAS, según la creadora del término la psicóloga Elaine Aron, son personas que supuestamente poseen una diferencia en su nivel de activación que les hace muy sensibles a todo lo que les rodea, haciendo que lo experiencien de forma más profunda, elaborada e intensa y a parte tienen un montón de cualidades dignas de super héroes: pueden aprender sin haberse dado cuenta, tienen una empatía incomparable, perciben mejor los errores y los evitan… La repanocha vamos.
Sin embargo, como su forma de percibir el mundo es diferente, sufren terriblemente porque se sienten profundamente incomprendidos por un entorno, que suele catalogarlos como excesivamente reactivos o que no es capaz de tratarles en base a su delicada vivencia de las cosas. Esto es llamativo, para empezar por el hecho de que, si son tan buenos, por ejemplo, previendo errores, se darían cuenta de que muchas de sus reacciones no serían comprendidas por el entorno, y si quisieran serlo, las ajustarían al funcionamiento de los otros (algo que no les costaría porque al ser empáticos pueden entender y preveer cómo lo van a vivir los demás que no son PAS). Según la asociación PAS España, entorno al 15%-20% de los españoles entrarían dentro de esta categoría (igual que ser flaco o rubio vamos).
Personalmente, conozco a personas que son muy reactivas a la injusticia, a la tristeza, a la sensación de amenaza, a sentirse vulnerables o juzgadas, pero en base a mi experiencia clínica de doce años viendo pacientes y a lo que hablamos en las conversaciones que tengo con muchos colegas profesionales, el motivo por el que ocurre suele ser porque esa persona tiene traumas, heridas emocionales o experiencias de aprendizaje muy aversivas y desadaptativas entorno a las situaciones y estímulos que crean esas respuestas emocionales, teniendo una mayor respuesta a las mismas lo que les hace actuar impulsivamente, con mucha intensidad emocional y frecuentemente, de forma desproporcionada. Esa activación del sistema de alerta del sistema nervioso es propia de quien ha vivido estas cosas, y es una visión mucho más completa y que da una explicación a de dónde vienen y cual es la función (concepto clave en psicología) de esa forma de reaccionar que una supuesta categoría que simplemente dice eres así porque sí y encima te hace sentirte súper diferente y te quita de tener que asumir la responsabilidad de tus problemas y tener que tratártelos, en cambio, ser PAS no te obliga a tratar nada ni revisar nada, simplemente eres así y punto, igual que puedes ser daltónico.
Añadir que el PAS es un diagnóstico que no tiene evidencia científica probada y que no aparece en ninguno de los manuales oficiales de la Organización Mundial de la Salud o de la APA (mayor institución de la salud mental y la psicología del mundo), que en teoría se basa en una alteración del nivel de activación que no aparece en absolutamente ninguna prueba de las que se utilizan para ver cómo funciona fisiológicamente el sistema nervioso como técnicas de neuroimagen o electroencefalograma, tal y como señala la investigadora científica Carmona en su obra de 2018, donde aportó datos que demostraban que el PAS no existe. Es llamativo, por cierto, que incluso la presidenta de la asociación de PAS en España Manuela Pérez Chacón sostenga que los test que proporciona la propia asociación para diagnosticar el PAS son, y cito literalmente “orientativo, y que hay que valorarlo que sea mucho más fiable”
¿Puede que exista el PAS? Yo personalmente lo dudo mucho, y desde luego puedo estar equivocado, pero eso nos llevaría a la duda de cuanto Falso Positivo (que es como se llama en sanidad a personas que se les diagnostica de algo que no padecen realmente) hay entre quienes se apropian de esa etiqueta y que puede ser por las explicaciones que he dado antes.
Me he centrado en éste diagnóstico porque es el menos fundamentado, pero existen otros, que incluso probados y que nadie discute como las Altas Capacidades a nivel intelectual, es empleado de ésta forma peligrosa y sobre todo generadores de unas altas expectativas que pueden llevar a sentimientos de miedo al fracaso muy dañinos, de una visión excesivamente narcisista de sí mismos y que potencian ese drama que es la auto justificación desresponsabilizada y creer que una cualidad nos hace especiales y portadores de otros derechos y privilegios por encima de nuestra condición de seres humanos.
Finalmente, señalar que muchas veces, estos diagnósticos positivos simplemente se emiten, pero luego no van acompañados de tratamientos o medidas de intervención que sirvan para ajustarlos o manejarlos, lo que fomenta aún más mi percepción de que es sólo otra manifestación de nuestra cultura del Yo y de nuestras frágiles autoestimas, siempre necesitadas de atrincherarse en algo que le den valía.