Está de moda catalogar a las personas: narcisistas, vitamina, tóxicas… Este tipo de etiquetas se han popularizado y parece que todo el mundo tiene un puto manual de psicopatología en su casa que se sabe de memoria, así que pueden ir por ahí diagnosticando a la gente. Con dos cojones (y mucha superioridad moral).
Podría hablar de la puta burrada que es ésto, cómo se da la doble moral de hablar de quitar estigmas en salud mental, pero dedicarnos a los diagnósticos y etiquetas chabacanas, de cómo muchos profesionales de la salud mental hemos y continuamos hablando contra los diagnósticos categoriales y centrarse en la funcionalidad del comportamiento del otro porque no sólo es menos juzgador, si no que ayuda a una mejor comprensión y sobre todo a dónde hay que intervenir. También podría señalar la falta de empatía y cómo culpabiliza todo este asunto, pero me parece demasiado obvio.
Así que voy a centrarme en lo que más puede servirte a ti como persona en su día a día y a dejar atrás las reflexiones clínicas y académicas: Asume tu puta responsabilidad.
Todos estos planteamientos vienen a señalar que eres un ser débil, así que tu única opción de sobrevivir es rodearte de gente chachi chupi guay. Y, lógicamente, todo lo que pasa en tu vida depende de lo que otros te hacen. Pero es que resulta que hablamos de TÚ vida, y quizás y por encima de todo, debes poner el foco en lo que haces con ella, incluido lo que permites que te hagan. Como decía Fritz Perls «detrás de toda queja existe un no asumir la propia responsabilidad».
Antes de que emerjan los puritanos de lo políticamente correcto a rasgarse las vestiduras y me digan que estoy culpabilizando a la víctima de un maltrato, por ejemplo, aclararé lo obvio: asumir la parte de responsabilidad de una situación no es culpabilizarme de lo que ocurre. Es de hecho lo contrario, sólo cuando acepto algo puedo reaccionar ante ello y así dejar de ser una víctima indefensa para poder ser sujeto activo en mi defensa del hijo de puta de turno que para sentirse machito va infligiendo dolor y dominación a otros.
Volviendo al asunto, creo que debemos entender que los seres humanos somos algo más que sujetos pasivos que reaccionan y sienten en función de lo que ocurre a nuestro alrededor (algo que ya no defienden ni los psicólogos conductistas más radicales) sino que si bien somos influenciados (y tener a un cabrón al lado no ayuda, obviamente) por nuestro entorno somos ante todos seres libres capaces de reaccionar y de posicionarnos ante lo que nos pasa. Hay gente tóxica sí, pero yo también puedo aprender a relativizar al otro, a ponerle límites y a anteponer y defender mi propio criterio por delante de las opiniones ajenas.
Si no, me sentiré como una persona indefensa, más blanda que la mierda de pavo, cuyo bienestar depende de otros, con toda la ansiedad que genera esa ausencia de control de nuestro propio estado emocional y vida. Y desde esa dependencia sólo podré contentar a ese otro que me hace salir adelante y avanzar. A cualquier coste, dándole un cheque en blanco a esa persona vitamina o ser de luz… Y eso es muy peligroso.
También creo que es posible que ese otro tan genial, acabe hasta los cojones y agobiado de tener que asumir la responsabilidad del bienestar de quien tiene a su lado, que habrá momentos que querrá ser sostenido y no sólo sostener y que, por ello, no se me ocurre mejor sentencia de muerte para un vínculo que el que uno sea dependiente del otro, porque el otro, abrumado, acabará queriendo escapar si es mínimamente inteligente.
Creo que debemos dejar de buscar soluciones mágicas, externas a nosotros para manejar el dolor e intentar ser felices, confiar en nuestra capacidad de afrontar el dolor y los golpes, dejar de proteger nuestro frágil narcisismo culpando a otros y sin tener un sentido de sana autocrítica, y de entender que nuestra vida, es nuestra.
Ánimo, cojones, conciencia, compasión y al toro.