La verdad es la obsesividad, los pensamientos intrusivos y la rumiación nunca han sido de las cosas que me generan malestar en mi vida. Sí que soy una persona rumiante (si te estás preguntando qué es la rumiación cognitiva consiste en darle vueltas a los temas y estar calentándote la puta cabeza) pero más allá de que a veces me hace estar en babia, no me agobia en exceso, supongo que porque mis pensamientos no son jodidas fantasías de terror, como le pasa, por desgracia, a muchos de mis pacientes.
Los pensamientos obsesivos ha sido algo muy estudiado por las diferentes escuelas de psicoterapia. Algunas han puesto más el foco en cómo controlar las obsesiones o cómo parar el pensamiento, como las terapias cognitivo-conductuales, y otras como el psicoanálisis lo ha hecho estudiando más el contenido de dichas obsesiones que el proceso de rumiación mental en sí mismo.
Con respecto a los pensamientos intrusivos ha pasado un poco más de lo mismo: algunos han visto cómo pararlos y otros de qué iban.
Para mí en cambio, lo interesante está sobre todo en para qué algunas personas desarrollan esa tendencia a la obsesividad y a montarse películas en su cabeza, ya sea dándole vueltas a lo que ha pasado o qué podrá pasar.
Así llegamos a la que, para mi entender, es la clave del asunto, que no es otra que la búsqueda de control. La mayoría de las veces que tenemos pensamientos obsesivos o intrusivos ocurre porque tenemos miedo a que algo salga mal, así que intentamos manejarlo como un ajedrecista: repasando cada jugada y tratando de ir varios movimientos por delante para saber cómo reaccionar a cada cosa que puede ocurrir.
Esto nos crea una fantasía de control que calma nuestro miedo a ser vulnerables o pasarlo mal. El problema, por tanto, no es cómo controlar nuestros pensamientos negativos u obsesivos, sino entender que tenemos un problema con asumir nuestra parte vulnerable y aprender a relacionarnos con el dolor, que, por desgracia, es inherente a la vida.
Más o menos ocurre lo mismo cuando estamos muy preocupados por tener pensamientos negativos que nos hacen sufrir (suelen ser catastrofistas y verlo todo muy negro) y desde la psicología superficial y centrada en el síntoma se intenta simplemente cambiarlos por pensamientos positivos. El problema sigue siendo el mismo: el control y el exceso de actividad mental, tanta que acaba paralizando a la persona en su vida real a la hora de pasar a la acción.
El paciente atormentado por sus pensamientos suele ser una persona que ve el peligro de lo que puede salir mal, así que trata de evitarlo, pero que se vuelve ciego a la hora de ver el daño que le genera todo ese exceso de pensamientos para tratar de evitarlos. No sé qué podrá venir mal en términos de rechazo, fracaso o similares, pero desde luego estar obsesionado le está jodiendo la puta vida.
Sobre las recetas de cómo controlar los pensamientos o dejar de tener pensamientos intrusivos te recomiendo que dejes de intentar controlarlos, pues intentar parar un problema de control con mecanismos de control es como apagar el fuego con gasolina… No te centres en trabajar la rumiación, ya sea con técnicas de control de obsesiones ni tampoco en cambiar los pensamientos negativos por pensamientos positivos.
Ve a la raíz del asunto: tu miedo a la vulnerabilidad. Para empezar, empieza tomar consciencia y darte de cuánto daño te está haciendo todo lo que haces para protegerte de que las cosas salgan mal y sufrir, algo que no sólo es una fantasía neurótica de control compensatorio, sino que sobre todo es algo que te hace daño. Puedes apuntarlo o simplemente reflexionar cuando te veas atrapado en la obsesividad. Te aseguro que darte cuenta del malestar que generan reducirá su frecuencia.
Por otro lado, te animo a que empieces a dejar de protegerte o de tapar tu vulnerabilidad y que comiences a exponer tus miedos, sobre todo con quien te ocurra: “me da miedo caerte mal y que no quieras quedar conmigo”, “me asusta decir algo que te enfade” o “a veces pienso en todo porque temo profundamente fracasar”. Esas frases son jodidas, pero son el mejor remedio para las obsesiones y las rumiaciones. También puedes actuarla a través de ser coherente con lo que necesitas desde esa vulnerabilidad como pedir ayuda, desahogarte con otros o pedirles que te cuiden o protejan.
Pero no te expongas a tu vulnerabilidad sólo mediante mostrarla a otros, también permítete mirarla y, sobre todo, sentirla ya sea a través del llanto, de la consciencia de tu propio miedo, de notar tu enfado o de la ansiedad ante hacer algo que desagrade a otros o cagarla. Trata de mirar con cariño y afecto en vez de con reprimendas y juicios o fantasías de terror a esa parte de ti que está tan angustiada y se siente tan pequeñita.
Finalmente, no en todos los casos pero sí en muchos de ellos, especialmente en las obsesiones culposas o pensamientos críticos, intenta darte cuenta de qué te molesta y expresar tu enfado. Muchas veces el querer tenerlo todo bien atado a través del mundo mental es algo que ponemos en marcha para tratar de evitar el conflicto y la pelea con el otro.
Vive y siente más, para pensar un poco menos.