¿Qué tienen en común las autodenominadas terapias de Tercera Generación con la psicoterapia humanista? Aunque, aparentemente, sean modelos muy contrarios, cuanto más leo sobre las terapias de tercera generación, más similitudes encuentro.
Hace varias entradas, escribí un post sobre la relación entre el Mindfulness y el Focusing, pero las similitudes van mucho más allá.
Las Terapias de Tercera generación, son consideradas por muchos la renovación o versión 2.0 de las terapias de modificación de conducta. Si miramos estos “orígenes” puede parecer difícil encontrar relaciones entre la corriente nacida de la obra de Carl Rogers y Fritz Perls y estos nuevos modelos terapéuticos que se postulan como una nueva forma de hacer terapia y basadas en una sólida base científica, tanto respecto a metodología como a evidencia empírica de sus tratamientos.
En palabras de Steven Hayes (2004), una de las máximas figuras de la Terapia de Aceptación y Compromiso (probablemente la terapia de Tercera Generación junto con las basadas en Mindfulness que más repercusión ha tenido) ha señalado que la clave se trata de un salto cualitativo adelante frente a un modelo de terapia cognitivo-conductual basada en la reducción del malestar o al menos, del control de todo aquello que genere malestar.
Si nos paramos a mirar el repertorio de intervenciones de la terapia cognitivo-conductual, veremos que esto es evidente, ya que todas las técnicas se basan en el trabajo con aquello que aporta incomodidad para tratar de atenuarlo o hacerlo desaparecer: Si tengo ansiedad haré técnicas de Jacobson o Schultz para reducirla, si determinados pensamientos me hacen sentir tristeza los modificaré para que no la generen, si las emociones son desagradables, enseñaré formas de regulación emocional…
“La tercera generación de terapias representa un salto cualitativo porque las técnicas que engloban están orientadas, no a la evitación/reducción de síntomas, sino a que la persona actúe con la responsabilidad de la elección personal y la aceptación de los eventos privados que conlleve ese proceder” (Luciano 2006). Es decir, lo que buscan este tipo de terapias, consiste no en eliminar el malestar de la vida, ya que forma parte inherente de la existencia humana, ya lo hagamos desde postulados más existencialistas (como pueden hacerlo las terapias humanistas) o como una consecuencia de la capacidad de lenguaje y metacognitiva del ser humano (como hacen muchas de las terapias de Tercera Generación). Se trata por tanto, de enseñar al individuo a relacionarse de otra manera con el malestar, a entender que ésta forma parte de la vida, y teniendo esa realidad presente, tomar decisiones desde lo que desea en su vida y aceptar el precio a pagar por dichas decisiones.
Fritz Perls, en su obra sueños y existencia, postula una frase que es de las que más me han ayudado a mi labor como psicoterapeuta: “Los individuos enferman por la fobia al sufrimiento.” Es decir, el individuo, que tiene la capacidad de reconocer que necesita y posee la capacidad para llevar a cabo las conductas que le permitan obtenerlo, se aleja de ello, renunciando a su potencial y plenitud, por el mero hecho de evitar el sufrimiento que puede conllevar actuar con esa congruencia. Ejemplos de esto es pedirle cosas a nuestra pareja que son polémicas o difíciles (como tiempo solos, expresar nuestras fantasías sexuales, poner límites…) no seguir los deseo-os o expectativas de nuestros padres (y arriesgarnos a ser rechazados o no amados por ellos), mostrar nuestro dolor a nuestros amigos por lo que nos duele y al hacerlo evidenciar nuestra propia vulnerabilidad… Todo esto, nos lleva a no asumir nuestras propias necesidades, a no expresarlas y censurarnos, por como también dicen las terapias de Tercera Generación, a vivir en base a evitar el sufrimiento, y por no sufrir, acabamos renunciando a aquello que realmente valoramos en nuestra vida. Es decir, a perder nuestra propia congruencia con lo que queremos y es importante para nosotros, y el precio a pagar en malestar por dar los pasos adecuados en la dirección de obtenerlo.
Esta idea, no sólo es postulada por estos modelos, sino que también poseen una representación psicopatológica cuando se lleva al extremo en forma del Trastorno de Evitación Experiencial consistente en una necesidad patológica de controlar pensamientos, recuerdos o sensaciones que sean desagradables.
La filosofía en común de ambas terapias, se basa en la idea de que las sensaciones desagradables se tornan en una especie de “estímulo fóbico” pero, como en las fobias específicas, la línea de tratamiento debería ser la exposición intensiva y evitar las conductas de evitación, ya que son las que perpetúan el problema.
La terapia de mindfulness o la ACT, reflejan el hecho de que las cogniciones, siguen su propio motor y proceso interno, y por tanto, muchas veces alejan al individuo de su propia realidad, distorsionándola y haciéndole tomar como cierto algo que no es más que una construcción, un artificio fruto de su capacidad verbal, que nos atrapa e incita a actuar en base a actuar de forma dispersa y poco eficaz…La terapia del marco relacional, conceptúa en cambio, desde un enfoque no mentalista, el análisis psicológico considerando al organismo como un todo siempre en acción donde priman las funciones que controlan el comportamiento (Luciano 2004). Esto es muy parecido a la idea del ser biológico, que se mueve en base a unos sucesos fisiológicos (emociones) que mueven al sujeto en base a una acción donde se activan unos esquemas para cubrir unas necesidades (Greenberg, 1996 o Fritz Perls 1974). Es decir, ambas corrientes, se basan en restar importancia a la cognición, entendiéndola como un suceso que ocurre, pero que no por ello puede ser real, y que puede estar muy alejado de nuestra propia realidad y nuestras propias necesidades. La importancia de vivir en el aquí y el ahora, y no estar atrapados en la comparativa con el pasado o con los futuribles (entendiéndolos como generadores de ansiedad al centrarnos en lo que pasara o en la tristeza al anclararnos con el pasado, y siempre en una comparativa respecto a ideales o introyectos sobre cómo deberían ser las cosas), ya que es donde tenemos el control y estamos conectados con nuestra realidad es algo que ya postularon desde el Mindfunless en la MBCT (Jon-Kabat Zin, Teasdelase, y Seagal 2004) y algo que se ve en los primeros escritos de la psicoterapia Gestalt.
Resumiendo, y a modo de conclusión la Terapia de Tercera Generación y la Terapia Humanista coinciden en:
- Entender que el malestar forma parte de la vida y el individuo debe aprender a convivir con él, ya que si no, por evitarlo, acabará no dando pasos en la dirección de lo que quiere en su vida.
- Las decisiones de aquello que realmente queremos conllevan pagar un precio en malestar, y debemos ser congruente con las decisiones que tomamos.
- La cognición es un fenómeno, no es la realidad, de ahí que a veces, atender a esto, lleva a los individuos a perderse de sus verdaderas necesidades y a actuar de forma errónea o perdida.
- Centrarnos en el momento presente y en el aquí y el ahora, como el único lugar donde poder tomar decisiones en base a aquello que es importante para cada individuo.
- La importancia de los valores y los principios del individuo.
Si todo esto, no parece suficientemente sólido, señalar que el propio Hayes habla sobre la tercera generación como una oportunidad de “agrupar modos de hacer, muchos de ellos tomados de las terapias “no científicas” y para confeccionar nuevos métodos” o a Pérez-Álvarez en el 2001 cuando señala “en su conjunto estas terapias conectan con algunas otras consdieradas no-científicas, por ejemplo las terapias de corte existencial y experiencial”, lo cual, personalmente, me parece una clara alusión a la psicoterapia humanista entre otras.
Quizá, la capacidad cultural del ser humano, ha sido un gran motor en el avance de la humanidad y en la consecución de su felicidad, pero actualmente, al menos en occidente, hemos creado un modelo de comportamiento en base a la idea de evitar el dolor y el sufrimiento, pero esto a la larga, sólo genera dejar de sentir por el miedo a sufrir, y si no sentimos, tampoco podremos sentir aquello que nos hacer vivir plenos.
Finalmente, señalar, que modelos aparentemente tan distintos, y desde una metodología tan diversa y diferente, estén llegando a puntos en común claros, aunque lo llamen de formas distintas, probablemente sea porque estamos empezando a encontrar el meollo del asunto: la clave de lo que realmente mueve al ser humano, y eso, aunque nos empeñemos en ponerle distintos nombres, es muy positivo y esperanzador respecto a nuestra capacidad de aliviar el sufrimiento humano.
Bibliografía:
Greenberg, L. (1996) Facilitando el Cambio Emocional. Buenos Aires. Paidós Ibérica.
Hayes, S.C. (2004) Acceptance and Commitmeant therapy, realational frame theory, and the third wave of behavioral and cognitive therapies. Behavoir Therapy, 35. 639-665.
Hayes, S.C., Strosahl, K.D. y Wilson K.G. (1999) Acceptance and Commitmeant therapy. Nueva York. The Guilford Press.
Pérez-Álvarez, M (2001) Afinidades de las nuevas terapias. International Journal of Health and Clinical Psychology, 1, 15-23.
Perls, Fritz (1974) Sueños y existencia. Santiago de Chile: Cuatro Vientos Editorial.
Segal, Z., Williams, M., & Teasdale, J. (2002). Mindfulness- based cognitive therapy for depression: A new approach to preventing relapse. New York: Guilford Press. (Publicado en España como Segal, Z., Williams, M., & Teasdale, J. (2002). Terapia cognitiva en la depresión basada en la consciencia plena. Un nuevo abordaje para la prevención de recaídas. Bilbao: Desclée 2008
Luciano, C.M., Valdivia Salas M.S (2006) “La terapia de Aceptación y Compriso (ACT). Fundamentos, Características y Evidencia” Papeles del Psicólogo, Vol 27, pp 79-91.
Wilson K.G. y Luciano, M.C. (2002) Terapia de Aceptación y Compromiso. Un tratamiento conductual orientado a valores. Madrid. Pirámide.