La pérdida de control es un tema recurrente entre los pacientes que acuden a mi consulta de Psicólogo en Marbella, Granada u Online. Cuando hablo de pérdida de control englobo una serie de hechos o vivencias muy amplias, algunas muy llamativas y disruptivas (consumo exagerado de sustancias y alcohol, peleas y violencia, autolesiones, práctica de sexo de forma descontrolada…) y otras más comunes y no tan graves (explosiones emocionales intensas de enfado o tristeza, ataques de ansiedad, atracones de comida…). La mayoría tienen en común la sensación de funcionar de una manera que no es aquella que deseamos, algo que suele generar sentimientos de culpabilidad o miedo muy intensos.
El caso es que las personas que viven esas pérdidas de control viven (como es lógico, porque por eso le llamamos perder el control y no “rato super agradable”) esos acontecimientos como algo muy angustioso, a lo que suelen reaccionar después de ello haciendo firme propósito de que no les volverá a ocurrir y que la próxima vez lograrán evitar que ocurra controlando lo que pasa en su vida. Y eso es como querer apagar el fuego con gasolina.
Me explico, porque entiendo que te puede haber dado una embolia al leer esto, ya que, si tienes un problema de descontrol, intentar controlar es lo que tiene más sentido aparentemente, ¿no? Pues la verdad es que no.
Las personas, como casi todos los seres vivos, tienden al equilibrio. Si miro por ejemplo a Bras, el perro de mi hermano, observaré que posee una especie de mecanismo interno que hace que tienda a una línea media basal en la que cualquier “exceso” por un lado, luego provoca una acción similar en el contrario. Como una especie de movimiento corrector para mantener ese equilibrado balance, si, por ejemplo, nos lo llevamos un día de senderismo a la Sierra de la Concha (ruta en la que nos podemos tirar unas 4 o 5 horas), ese día al volver se tumba en su cama y no lo mueven ni los antidisturbios de ahí. Ni aunque le pongas un plato de suculenta comida en el suelo y lo llames (algo a lo que Bras no suele poder resistirse). Si analizas estos hechos, verás que ha habido un pico de intensa actividad física (la ruta del senderismo) que le saca de su equilibrio de funcionamiento normal y “lo compensa” con esa profunda inactividad, que tampoco es frecuente en él. Así tenemos como dice el refrán “lo comido por lo servido”, de forma que ese equilibrio, esa línea basal de actividad se mantiene.
Esto, como decía, no es algo que sea exclusivo de Bras o de los perros, sino que incluye a todos los seres vivos, incluidos los humanos. Las personas con tendencia a esas “idas de olla” o actos de descontrol, suelen ser personas que tienden a controlar de manera férrea otros aspectos de su vida: reprimir emociones, intentar ser siempre fuertes, la búsqueda de la excelencia, rendir mucho en alguna actividad, tener bajo control las posibles amenazas, cuidar su imagen social y lo que piensen de ella, etc. Y al hacer un movimiento muy forzado en esa dirección de hipercontrol (como el perro de mi hermano andando cinco horas) provocan involuntariamente pero de forma automática, un movimiento en la contraria, para “compensar” esa desviación y reequilibrarse. Por poner ejemplos aplicados a personas: es frecuente que las chicas con anorexia tengan “atracones” de comida de vez en cuando, que personas que lo dan todo en el trabajo luego tengan una notoria falta de compromiso o actividad en su vida personal o familiar, o que personas muy exigentes consigo mismas y que se hacen cargo de muchas cosas tengan crisis de ansiedad.
Esta es la razón por la que muchas veces, incluso aun yendo a psicoterapia y cuando estas técnicas las enseña un psiquiatra o psicólogo (aunque si hacen esto no lo están haciendo muy bien en mi humilde opinión…), las técnicas de control no funcionan, ya que motivan más estos desajustes que llevan a más “movimientos compensatorios”.
La única forma de evitar estas pérdidas de control no es otra que aprender a bajar el control en otras variables, que es lo que suele comenzar este círculo vicioso de desajustes por un lado y otro (control-descontrol). Aunque hacer esto puede ser realmente complicado, ya que normalmente la persona tiende a cargar las tintas en uno de éstos lados para cubrir algo que le da mucho miedo (como no ser suficientemente válido) apareciendo aquí la -por desgracia- común excesiva autoexigencia, o sentirse vulnerable y expuesto, por lo que, lógicamente deben “preveer” y pensar en cualquier posible amenaza. Y claro, si estás todo el día teniendo que esforzarte por controlar todo y sólo piensas en lo potencialmente terrible que te puede pasar, es muy difícil no acabar teniendo ansiedad o alteraciones en el estado de ánimo.
Si tuviese que dar una premisa para esto (aunque creo que la cosa en la mayoría de los casos no va de premisas o pautas) sería que esa persona tiene que intentar soltar el control, pero la cuestión no es tanto qué hace sino por qué lo hace, y normalmente esas emociones que nos llevan a ello son difíciles de manejar sin una buena psicoterapia que nos ayude a cambiarlas.
Renunciar a tener todo controlado en determinadas áreas da mucho miedo, pero es la única forma de acabar con el descontrol.