El pasado lunes, 14 de febrero, fue San Valentín, fecha asignada como Día de los Enamorados. Personalmente es una fiesta que me da bastante igual y me parece un poco chorrada, poco más que la enésima marca del calendario para movernos a consumir porque cualquier excusa es buena. No lo he celebrado en mi puta vida y la mera idea de hacerlo me da una pereza que flipas, gracias a Dios, ninguna de mis parejas lo ha vivido como algo trascendente y yo me he visto la incómoda situación de que tenga que hacer el esfuerzo de hacerlo porque es importante para ellas.
Con esto, creo que he dejado claro lo que opino al respecto de la fiesta. Aclaración que creo importante para que quede claro lo que voy a desarrollar ahora.
Observé con horror como las redes sociales se llenaban de mensajes y contenido en el que se decía que “mejor sola que mal acompañada” “no necesitas a nadie que te complete” “no al amor romántico” “no tienes que estar mal por no tener pareja” “si lo estás pasando mal es que eres dependiente”. Creo que dependencia, amor romántico tóxico y no tienes que estar mal eran las tres ideas más repetidas en el contenido de este día.
Me parece increíble que se culpabilice a la gente que vive el día de San Valentín como algo jodido e incómodo porque quiere tener pareja y no la tiene o porque recuerda la pareja en la que eran felices y ya no están. Claro que no hay que ser dependientes, claro que está bien entender que el amor comienza por uno mismo, pero, joder, seamos lógicos, querer algo y no tenerlo y sufrir por ello es algo bastante normal: Si alguien nos dice que no sufre porque no tiene trabajo, todos entendemos que su valía como individuo no depende de trabajar (al igual que de no tener pareja) pero entendemos que le duela no tener trabajo porque es algo que anhela o desea. Tenemos derecho a querer cosas más allá de necesitarlas, y tener pareja puede entrar dentro de esa categoría, por supuesto que sí. Tampoco hemos de negar el hecho de que los seres humanos tienden a la filiación, que, como ya demostró Maslow, las personas tienen diversas necesidades psicológicas además de fisiológicas y que entre ellas están las de dar y recibir amor y si bien es cierto que podemos cubrir esas necesidades a través de un amor no romántico la pareja es un excelente formato para cubrir estas necesidades, de ahí que sea normal que muchas personas lo busquen y les genere malestar no tenerlo.
Que sí, que el amor empieza con uno mismo, que te tienes que querer tú para poder querer a alguien y que las pajas están muy bien, pero es que, follando además de tener orgasmos, conoces gente, y a veces, fíjate tú que sorpresa no sólo queremos amarnos y recibir amor, también queremos darlo. En una sociedad profundamente egoica, donde todo se resume al Yo, se le dan dos vueltas de más a la idea de la independencia y la autonomía para demonizar el deseo del otro.
El entregarnos a alguien y abrir el corazón a algo que no sea nosotros mismos parece que nos da un profundo miedo. Porque amar implica permitir que el otro pase a ser algo trascendente en nuestra vida, implica en su propia naturaleza el hecho de que le entregamos el corazón a otra persona y lo que esa persona decida (dejarnos, sernos infieles, tratarnos bonito, cuidarnos, aceptarnos…) influirá de manera clara en cómo nos sentimos, causándonos una dicha indescriptible o el más brutal de los desgarros. Y eso no es ser dependiente, eso es la consecuencia normal cuando amas a alguien y decides que es importante para ti.
No somos seres invulnerables, lo que nos haga el otro nos afecta, y no hemos de torturarnos por eso. No debemos darle un barniz de empoderamiento, ideología o anti normatividad a lo que no es sino el miedo neurótico a que nos hagan daño, perdernos cosas importantes en la vida por el miedo a perder el control, dar una coartada ideológica al miedo al dolor. Amar y vivir, implica el hecho de sufrir a veces por lo que ocurre con el otro.
Personalmente, me costó mucho aprender a abrir el corazón, aprender a dejarle entrar a la otra persona, ya que tenía mucho miedo en volver a perder un ser amado, algo que ya viví con mis padres al quedarme huérfano. Pero en mi caso, y supongo que en el de muchas personas, dar amor es una experiencia profunda y completa que merece la pena el dolor y la vulnerabilidad que eso implica, y preferimos asumirlo, lo cual no significa ser kamikazes emocionales, a aislarnos de forma ostra cista y cerrar nuestro corazón en una armadura que protege de los golpes pero también de las caricias.
El pensamiento positivo como solución mágica para tener el control de nuestras vidas y que nada duela, la idea de independencia afectiva llevada al extremo como idea de no depender de otros y ser invulnerables. Cuánto miedo le tenemos al dolor, y cuánto cubrimos con palabrería barata lo que no es sino ese miedo. Como postula Shopenhauer no merece la pena vivir intentando evitar el sufrimiento, porque este aparecerá de una forma u otra y forma parte de la vida.
Creo que hay una línea fina, que con frecuencia se traspasa, en todas esas personas que claman contra la normatividad anterior y que están creando una nueva normatividad basada en criticarte y prohibirte todo lo que sea afín a la anterior normatividad: Antes se criticaba a quien no tenía pareja y se le marcaba como inválida, ahora se hace con quien sufre por no tenerla y anhela encontrar y compartir su vida con alguien y se le acusa de que por ello no se quiere, es dependiente, tóxico o está alienado con un modelo caduco y opresor… Una vez más, toda esa gente que quiere ayudar culpabilizando a la gente por no seguir sus pautas y ver las cosas como ellos y juzgándoles por el motivo de su dolor.
Así que, si te apetece y lo necesitas, llora si estás triste por no tener pareja, y recuerda que no lo necesitas, pero tienes derecho a quererlo profundamente.
Dejadnos sentir en paz de una vez y dejad de decirnos cómo hemos de pensar, sentir y vivir, joder.