Observo preocupado cómo se ha ido extendiendo ese discurso de que al cáncer “le pueden las ganas”, “al cáncer se le vence con la mente” o que “hay que estar fuerte para vencer al cáncer”, como si la base para luchar contra el cáncer fuese una cuestión actitudinal y no la quimioterapia, la radioterapia o la cirugía, que es lo que la cura o la intenta al menos, realmente.
Desde luego, la gestión emocional influye en la salud física y en el sistema autoinmune en particular, que muchas veces juega un papel importante en los procesos oncológicos y de otro tipo de enfermedades graves, pero que para animar a una persona con cáncer se le transmita continuamente la idea de que todo depende de su actitud, no sólo es faltar a la realidad ampliamente avalada con los datos científicos y la práctica clínica (recordemos que por eso se el profesional de referencia es el Oncólogo y no el Psicólogo), es además jodidamente cruel, porque es normal que cuando una se enfrenta a una patología tan grave pedirle que esté de buen humor, positivo y optimista o que no pueda estar de mal humor un enfermo de cáncer es una tremenda crueldad, ya que es prohibirle la reacción más humana y normal: la de cagarse de miedo, la de sentir una profunda desesperación, tristeza y rabia por lo que le está tocando vivir.
De hecho, es que si no sintiera eso, una de dos, sería un inconsciente, un psicópata o un gilipollas.
Los casos de personas que han enfrentado enfermedades muy graves como Pablo Ráez, Olatz Vázquez, Jordi Sabaté Pons, Omar Álvarez, Jesús Candel «Spiriman» o Elena Huelva con una actitud positiva ante el cáncer o su patología no puede convertirse en el canon que le exijamos a todo el mundo (que por cierto, y perdón si sueno cabrón, pero muchos de ellos mucha actitud positiva pero al final, por desgracia, la enfermedad se los llevó por delante, así que tan determinante para curarse no parece que sea…)
En primer lugar porque cada persona vive las cosas de forma distinta y con unas circunstancias distintas (“tengo cáncer y estoy sola” me decía desgarrada una señora el otro día en la consulta, y lógicamente ese “estoy sola” influye mucho en cómo ando de ánimos para encarar todo el tratamiento), en segundo lugar porque ante esos “pacientes influencers” sólo veíamos lo que nos enseñaban, y no sabemos si también tenían momentos de profunda desesperanza, dolor y aflicción que, lógicamente no subían a redes sociales y tercero porque no sabemos qué otras realidades ocurrían en estas personas, y si esa actitud positiva ante la enfermedad era en el fondo algo que ponían en marcha para tapar otros problemas psicológicos como un miedo a la vulnerabilidad y la necesidad de atrincherarse en “la fortaleza de la actitud positiva frente al cáncer” como mecanismo compensatorio para huir de ese miedo a aceptar la realidad de su debilidad, como una fantasía de control ante una enfermedad en la que estaban más en manos de sus médicos que de ellos mismos (con el miedo que siempre da la falta de control) o incluso variables más de tipo narcisista, de ser mirados o de llamar la atención como personalmente he identificado en más de uno de ellos…
Incluso he llegado a escuchar barbaridades de que el cáncer es algo que la persona se provoca con su actitud o que el paciente “atrae” con su mala energía, negatividad o malas vibras. También que si sobrevive o no evidencia si de verdad tenía ganas de vivir. Dile ahora a un enfermo que se muere o a sus familiares, que el problema es que no tiene suficiente aprecio a la vida o ganas de vivir… Hay que ser muy hijo de puta para eso.
Luchar contra el cáncer es obligación de los sanitarios, no del paciente, que desde luego está bien que se involucre en el tratamiento y asuma su autonomía y su responsabilidad en el misma, pero no confundamos lo importante y clave, con algo que no es más que accesorio en términos biológicos.
Desde luego como psicólogo soy consciente del papel que juega la actitud y la mentalidad del paciente, precisamente por su importancia existe la especialidad del psicooncológo (psicólogo especializado en procesos de cáncer) pero si hablas con cualquiera de ellos te dirá que una buena gestión emocional en la enfermedad es la de permitirse sentir y exponerse sin culpa ni miedo a sentimientos desagradables, que son inherentes a este tipo de enfermedades, porque la propia naturaleza de una enfermedad tan grave es imposible que despierte otra reacción emocional que no sea ésta.
Dejemos tener rabia, ansiedad, tristeza, desesperanza o mal humor en nuestros enfermos de cáncer, dejémosles ser humanos sin culpabilizarlos y no les exijamos, a parte de lo duro de convivir con una enfermedad grave, también, tener que aparentar una “actitud guerrera de cáncer” o de “maestro de vida ante la enfermedad” una persona enferma, es una enferma, y no hace puta falta que sea nada más.
Dejémosle ser humano sin sentirse culpable con ello. Bastante tienen con luchar contra el cáncer como para pedirles que lo hagan con una sonrisa en la boca, joder.
Falta humanidad y empatía; sobra postureo actitudinal y psicología de panfleto.