Creo que los hábitos están muy sobredimensionados. Ayudan a sentirnos bien, pero como he señalado muchas veces, la felicidad es algo mucho más complejo que hacer X cosas que sean iguales para todos. Con lo complicadas que somos las personas y la pedrada en la cabeza que tenemos cada uno de nosotros, como se dice en mi amada Granada: “Cada uno es de su pae y de su mae”.
Supongo que el boom de los hábitos se debe a que a todos nos gusta pensar “si hago tal y pascual seré feliz y todo me irá super chupi guay” porque eso no hace que nos expongamos personalmente ni tener que ver nuestros demonios internos. Es más aséptico y es igual para todos. Además de que crea una sensación de control de la ostia, sólo depende de que hagas la práctica de moda. Pero no es tan sencillo.
Sostengo firmemente que las cosas no son lo que haces, sino desde donde las haces. La conducta o el hábito en sí mismo es algo muy pobre, y lo importante es lo que la motiva, lo que nos lleva a hacerlo y que “ejecutamos” a través de esas prácticas, no la práctica en sí misma.
Mis hábitos te sorprenderán porque no son inocuos y difícilmente podría poner fotos de gente guapísima sonriendo mientras lo hacen. Señalarte que no soy el jodido Dalai Lama, así que no los aplico al 100% y no tanto como me gustaría, pero intento que sean lo más posible sin obsesionarme y que se me vaya la olla.
Aclarado todo esto, aquí van los hábitos que para mi son más importantes y de los que se habla muy poco. Creo que son importantes para mi porque estos, sólo se ejecutan cuando decidimos tratarnos bien de verdad, cuando nuestro dolor nos importa y nos conmueve y estamos dispuestos a pagar el precio en malestar por ser fieles, honestos y congruentes con nosotros mismos muy por delante de lo que piensen los demás.
Ahí va, pues, mi lista de “hábitos super guays” o “tips para ser mega chuli y sonriente”: Ser autocompasivo y no juzgarte: con frecuencia nuestro dolor, en vez de conmovernos, nos da rabia con nosotros mismos y acabamos siendo muy autocríticos, los reproches y ataques personales es lo que más creo que oigo en la consulta a mis pacientes. Nuestro dolor nos enfada porque claro, es doloroso (sino lo llamaríamos orgasmos) así que nos atacamos por ello en vez de darnos un brazo sobre el que llorar o tratarnos con el mínimo de respeto, amor o decencia que trataríamos a un ser querido.
Reduce la autoexigencia: Deja de pedirte todo el rato que mejores cosas y que seas “la mejor versión de ti” (o la más agotada, exigente, insaciable y más insatisfecha contigo mismo). Está bien tal y como eres, no eres una puta APP que haya que mejorar y optimizar todo el rato ni tampoco eres una croqueta que pueda gustarle a todo el mundo.
Permitirte estar mal: La vida es jodida muchas veces y te pega un par de buenas ostias en un segundo. Cuando eso pasa, estar mal es lo lógico, de hecho, no estarlo es de jodido psicópata o de persona que le tiene tanto miedo a la debilidad que no se la permite sentir, como si se fuera a romper por ello. La tristeza, el cansancio o el miedo no son agradables, pero son humanas y tienes derecho a ello y cuando lo haces, te estás acompañando en lo que te pasa.
Estar dispuesto a partirte la cara por ti: Pues eso, que nos traicionamos muy a menudo y por miedo o por exceso de empatía con otros (o por el qué dirán) con frecuencia reculamos en vez de luchar por nosotros ya sea enfrentándonos a otros por lo que deseamos realmente o por protegernos y no dejar que nos pisoteen (éste es el que más me cuesta a mi).
No tener mil cosas en la cabeza: La paz mental es algo muy necesario, y es difícil estar en paz si tienes una lista de cosas que hacer (por muy que pongo “to do list” y sea super cuqui de Mr. Wonderfull con muñequitos sonrientes o con un mensaje motivador de “triunfadores”). Y es que normalmente avanza más rápido de la que lo tachas, porque en vez de disfrutar de lo logrado ya estás pensando en lo próximo o porque siempre estás “no tranquilo” por eso que tienes que hacer. Entender que a veces las cosas no son como querríamos: Pues eso, que nos enfrangamos porque a veces nos cuesta aceptar que no todo va a ser como nos gusta. Te dolerá pero puedes con ello y dejarás de torturarte con lo que debería de ser y gastar energías en algo que no llegará así como de frustrarte por no lograrlo.
Mostrarte realmente a los demás: No vivas con el freno de mano echado, que le follen al postureo. Muéstrate tal y como eres (qué fácil decirlo y qué complicado hacerlo). No te digo que no te importe lo que piensan los demás porque a todos nos importa, te digo que lo intentes hacer aunque te de miedo. Sobre todo, comparte la parte de ti que más te da asco, porque es la que más necesita ayuda y cariño y si es un sentimiento importante ponlo encima de la mesa: dolor, ilusión, rabia, placer…
Parar a mirarte: Vamos como pollos sin cabezas. Días de putos locos, más apretados que las tuercas de un submarino. Saca tiempo para ti, para mirarte. En terapia es lo ideal, pero sino darte un paseo o la mierda que sea, pero mirarte, porque se va la vida y no te miras, siempre haciendo cosas, y si no te miras ni te conoces ni te entiendes, y si no comprendes algo ¿Cómo lo manejas hacia donde quieres?
Ensúciate: Cuando te ensucias sueles entregarte a eso que estás haciendo, te dejas llevar, sin vivir “con el freno de mano echado”. Creo que muchas cosas sólo las disfrutas cuando te ensucias, cuando dejas que te toquen y te manchen, cuando contactas de verdad, como comiendo, follado o amando.
Gilipolleces con las que lo gozas: Todos tenemos mierdas que no tienen importancia a un nivel racional pero que nos producen un placer inigualable. Desayunar en una cafetería, pintar miniaturas, la siesta, bailar salsa o reggeaton (¡Buenaventura: el papasito psicólogo que da terapia y perreo!) son las mías. Increméntalas al máximo y saca tiempo para ellas. Y ahora, dicho todo esto, a ver si me aplico el cuento.