El otro día me preguntaba en la consulta de psicología de Marbella una paciente cómo curar la hipocondría que padecía, ya que, dudaba de si podía tener hipocondría al creer que tenía hipocondría, es decir, si se estaba inventando la propia hipocondría en sí.
Aunque esta pregunta parece un trabalenguas, a mí al menos me costó un poco hasta que le entendí, refleja muy bien cómo es una problemática que, aunque popular, es poco conocida realmente, así que vamos pues, a lo básico: ¿Qué es la hipocondría?
Se trata de un trastorno consistente en creer de forma irracional que se padecen enfermedades o síntomas que no se tienen realmente. El hipocondríaco llega a obsesionarse profundamente con la posibilidad de enfermar o estar convencido de padecer alguna enfermedad, lo que lleva a estar todo el rato chequeando, observándose y comprobando qué pasa en su cuerpo, qué sensaciones tiene (un granito, un escozor, un dolor, un carraspeo…) lo que le lleva a tomar mucha consciencia de pequeñas cosas que normalmente todos tenemos pero que al no estar en ese estado de hipervigilancia, ignoramos. Estas sensaciones confirman su creencia y hacen que el hipocondríaco vea en ellas los síntomas de la enfermedad, lo que dispara sus niveles de angustia.
A un primer nivel, los peores síntomas del hipocondriaco sería la ansiedad que padece y el nivel de obsesividad que le conlleva, algo que ocurre en otro tipo de trastornos obsesivos, pero que a un nivel más profundo vemos que además de causar malestar, generan una limitación enorme de la vida.
En la frase, “siempre estoy pensando que tengo algo malo”, que recoge la experiencia de quien padece este problema, no sólo hay ansiedad y rumiación obsesiva, sino sobre todo una vida esclava de ese pensamiento: estar todo el rato enganchado en eso le impide poder prestar atención a otras áreas de su vida, lo que hace o deja de hacer se ve enormemente limitado por su vivencia de tener esta o aquella enfermedad o del miedo a enfermar si hace tal o cual cosa. Al final se pierde la vida en una vida no vivida, siempre angustiado, con la enfermedad como una espada de Damocles encima de la cabeza del hipocondriaco. Con todo esto no es raro que acaben padeciendo otros problemas como trastornos de ansiedad, se depriman o busquen alivio en manías como lavarse mucho, cuidar la comida y otras cosas que les crean una falsa sensación de salud o seguridad.
Finalmente, hay otro problema que viven las personas que tienen esta enfermedad, y es el hecho de que sienten profundos sentimientos de vergüenza y culpabilidad, algo que viene de ellos mismos cuando son capaces de ver la irracionalidad de su obsesión con tener enfermedades pero también del entorno, que normalmente acaba harto y muy quemado de las continuas preguntas sobre si ven raro algo que les pasa, sus angustias de estar enfermos o ir a morir o las peticiones de acudir a urgencias o al médico.
Lo peor es que tanto el paciente, a pesar de saber que tiene un problema y tener a su entorno harto, le resulta muy difícil no hacer algo tan humano como buscar consuelo y ayuda en sus seres queridos y a estos, les resulta muy complejo a pesar de quererle, como ayudar a un hipocondriaco que por su obsesividad acaba siendo agotador, además del dilema de si hay que atender su demanda o ignorarla, no sabiendo si se está “alimentando” el problema al hacerle caso.
Desde mi enfoque como psicólogo humanista, la hipocondría funciona como otro tipo de obsesiones, que no las realiza el paciente de forma voluntaria y de las que es una víctima, pero que mantiene de forma no consciente, automática, porque cumplen la función de ser una “cortina de humo” mental, una distracción para no darse cuenta, para tapar y no tener que enfrentar otros problemas de su vida real: Sentimientos de rabia reprimidos, problemas que no se siente capaz de enfrentar, aspectos de sí mismo que vive como indignos y similares, aunque casi siempre se trata de cosas que le da miedo asumir y confrontar.
Esto se da porque hay un miedo profundo a coger las riendas de la propia vida, ya que se sienten incapaces o por el temor al conflicto y es que casi siempre he observado al tratar la hipocondría que va de la mano con una represión brutal de la rabia. Así tenemos un alto nivel de represión de cosas que no se hacen (decisiones, conflictos, actividades…) como de emociones, lo que hace que todo lo que no nos permitimos sentir o actuar se “trasvase” al mundo y la actividad mental, lo que dispara la obsesividad. Todo este nivel de pensamiento y esas fantasías de terror agotan y paralizan a cualquiera, lo que impide más aún confrontar estos otros problemas que son tapados con los miedos y pensamientos intrusivos de la enfermedad, lo que crea un círculo vicioso que se retroalimenta.
Otro factor importante es la necesidad de “compensar” del ser humano, de forma que cuando no tengo el control en áreas importantes de mi vida, controlar artificialmente otros aspectos de la misma, como tener o no enfermedades y qué le pasa a mi cuerpo, crea una sensación de control que se vuelve muy adictiva.
Por todo esto, para mi es clave a la hora de responder la pregunta cómo tratar la hipocondría, tener muy presente que más que abordar las obsesiones y la ansiedad, que son los síntomas principales, hay que ir a la raíz del problema, ayudando a tomar consciencia al paciente de que está tapando con estas obsesiones, y motivándolo a poder enfrentarlas, ya que conforme va manejando estas cuestiones las obsesiones hipocondriacas se irán diluyendo. Tomar consciencia de las emociones reprimidas, permitírselas sentir y aprender a no sólo culpabilizarse o criticarse por su problema, son aspectos importantes en el tratamiento de la hipocondría.
En definitiva, ayudar a la persona a entender qué esta evitando enfrentar a través de la obsesividad con la enfermedad, darse cuenta de sus emociones y sentirlas y sobre todo, coger de verdad la responsabilidad y autonomía en su vida, lejos de las críticas que al final no son más que eso, un automachaque cruel ante su propio sufrimiento (que es real aunque las enfermedades no existan) pero que está muy lejos de afrontar de verdad los problemas de su vida real.