Vuelvo con mis contradicciones personales. Cuando empezó el tema del coronavirus me prometí firmemente que yo no escribiría sobre el tema. Que no haría otra “guía” llena de recomendaciones sobre cómo manejar la situación. No digo que eso esté mal, pero ese tipo de psicoterapia no es la que yo practico (la de conductas y control situacional), así que no se mucho de ella. También he visto cierta tendencia a querer subirse al carro (que en parte todos lo hacemos en esta era de redes sociales) del tema, por desgracia de moda y muchas de las guías y pautas me han parecido excesivamente simplistas y obvias: diciéndole a la gente qué hacer o qué no, pero poco sobre cómo llevarlo a cabo. Creo que es un problema que abunda en la psicología y nos lo tendríamos que hacer mirar.
El caso es que aquí estoy escribiendo este artículo (el 26 de marzo de 2020) sobre el Coronavirus. O más bien, escribiendo una serie de reflexiones que he ido haciendo en estos días de confinamiento en casa, fruto de mis conversaciones hablando con amigos del tema, con sesiones por videollamada porque mis pacientes que van a mi consulta de Psicólogo en Marbella o Granada no pueden ir a verme. Y sobre todo de lo que veo, o más bien leo, del tema en los medios (otros que también tendrían que mirarse mucho cómo han tratado el tema…)
Como no he sido capaz de darle forma coherente a todo esto, y no son más que una serie de ideas sueltas, os las brindo desglosadas:
1.- No eres inmortal: el dolor, la muerte y la enfermedad forman parte de la vida.
Tenemos una cultura que todo el rato nos sobreprotege, que nos trata como si fuésemos más blandos que los excrementos de pavo (aunque por otro lado nos exige muchísimo, nada ambivalente). Así que nos han evitado ver cualquier cosa que tenga que ver con el dolor, y sobre todo la muerte.
En una cultura centrada en la juventud, que ha dejado a la vez cada vez más en los bordes o incluso fuera de ellos, se habla o muestra muy poco la muerte. Se evita que los niños acudan a los cementerios, se utilizan palabras para sustituir el término “muerte” como “final de la vida” y no sé cuantas estupideces más.
Hemos fomentado que en cuanto algo es desagradable o doloroso tenemos que evitarlo, huir de ello, y que es terrible si lo padecemos. Así si te duele algo rápidamente te tomas un ibuprofeno, aspirina, nolotil u otra pastilla para que se pase. El malestar forma parte de la vida tanto como el bienestar, de hecho hay periodos en nuestra vida que hay más de lo primero que de lo segundo (como en la mayoría de las vejeces) y es importante que sepamos manejarlo y relacionarnos con ello.
Y ahora llega el Coronavirus y nos da un buen tortazo de realidad y nos dice: Puedes morir: no eres invulnerable.
2.- No tienes el control de todo.
Hay cosas que pueden afectar a tu vida de manera notoria, como una enfermedad que puede hasta matarte a ti o a tus seres queridos, y puedes hacer muy poco o nada contra ello. Las personas, y sobre todo en nuestra cultura occidental, tenemos la necesidad de sentir que tenemos control y que somos quienes llevamos las riendas de lo que ocurre en nuestras vidas. Y más o menos creo que eso es así para casi todo, pero a veces llega algo como este virus y nos deja muy claro que en ocasiones no controlamos una mierda.
A parte de quedarnos en casa, casi todo lo que hemos hecho (como las mascarillas) eran más por tener cierta sensación de control con aquello que pasaba, por crearnos una sensación de seguridad que porque fuese algo determinante en el hecho de estar a salvo o no.
3.- El positivismo forzado y como dogma
Esto ha sido una pandemia que nos ha jodido a todos a base de bien. Probablemente sea el equivalente a una guerra a nuestra generación. Y hay gente que se ha empeñado en verle el lado positivo: “tómatelo como unas vacaciones” o “al menos la tierra tiene un respiro”. Todo tiene cosas buenas y malas, absolutamente todo, hasta una pandemia global.
Pero creo que más que ver el lado bueno, lo que toca es asumir que es jodido y permitirnos estar mal y luego aprender de ello: “oye pues pude descansar y vi lo importante que es pasar más tiempo con mi familia” o “me ayudó a empezar a hacer deporte”. Pero por eso no vas a decir que esto es bueno.
4.- Relativizar la importancia de lo material
¿Las cosas materiales te han ayudado especialmente a pasar esta situación? A la hora de la verdad, ¿te han preocupado? Probablemente, salvo con algunas cosas tipo “el ordenador” la respuesta sea no. Los outfits no te importaban mucho estos días, pero sí cómo estaba tu abuela. Te ha ayudado hablar con tu pareja y sentirte acompañado, no lo que había en tu cuenta corriente (aunque lógicamente sí afectaba al no trabajar, pero no a nivel humano).
¿Cuánto tiempo le dedicas en tu vida normal a pensar o esforzarte en cada cosa? A mi me ha dado que pensar.
5.-Aceptar la cruda realidad
Esta crisis nos ha enseñado la importancia de asumir aquello que ocurre y confrontarlo, por doloroso o incómodo que sea. El coste de no hacerlo es sencillamente terrible.
Esto nos lo han mostrado nuestros gobiernos (con miles de muertos) porque cuando debían no quisieron tomar medidas impopulares y drásticas, le quitaron hierro al asunto porque fastidiaba lo que querían, y al no hacer nada el problema fue a más. Nos cuesta tomar medidas duras pero necesarias porque no queremos renunciar a la incomodidad ya que nos da miedo que nos critiquen.
Y eso se aplica a esta pandemia, pero también a tu vida.
6.- Estar contigo mismo o no hacer nada
La gente desesperada en sus casas porque no tenían nada que hacer. Nos cuesta estar con nosotros (o en nuestra vida) de una forma un poco más contemplativa o reflexiva. Necesitamos estar continuamente sobreestimulados con distracciones, y creo que es en gran medida para no mirarnos o escucharnos, no vaya a ser que veamos u oigamos algo que no nos guste de nosotros mismos.
7.- ¿El fin del positivismo científico?
Dentro de esa idea de bienestar eterno hemos visto que por mucho que avance la ciencia, no siempre tendrá la respuesta para todo, y, sobre todo, no siempre evitará que el malestar nos golpee. No digo con esto que los avances científicos no sean importantes, desde luego, nos señalan que debemos invertir más y mejor en ciencia y estar preparados para estas cosas, pero que a veces (por mucho que hayamos avanzado) viene la naturaleza y te da una dosis de humildad. Y la ciencia no puede evitarte del dolor o el malestar, porque forman parte de la vida.
Este no es una reflexión anti ciencia, simplemente que ese positivismo que eleva la ciencia a nueva religión es absurdo. La ciencia es una pasada, pero su poder no es ilimitado ni es omnipresente.
8.- El ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor.
Esta crisis nos ha ejemplificado como el ser humano puede mostrar desde su faceta más loable a la más ruin y despreciable. Pequeñas empresas que dejaban de producir y se ponían a coser, alcaldes que cuidaban ancianos, sanitarios en jornadas extenuantes… Y personal de residencias que al ver fallecer ancianos abandonaban sus puestos de trabajo y los dejaban solos o personas acaparando geles y mascarillas para luego revenderlos y especular con ellos.
Viendo esas noticias se me venía la frase de Viktor Frankl, creador de la logoterapia: “El ser humano es el animal capaz de crear las cámaras de gas, pero también de entrar en ellas con una oración en los labios.”
9.- Podemos morir todos, pero con el culo bien limpio.
Poco más que decir, en mitad de una pandemia global lo de tener el ojete reluciente nos ha parecido un asunto vital.
Estas son mis rayadas con el tema del Coronavirus. Ahora vas y lo cascas.
Buenaventura del Charco Olea ejerce como Psicólogo en Marbella, Granada y Online, además de como ponente o profesor invitado en diferentes Universidades, Congresos e Instituciones.