Supongo que la entrada es impactante. Pero básicamente es así, han sido tres lecciones reveladoras en mi vida. Las tres me daban miedo y las temía, nunca quería verme en ellas e hice muy activamente porque así fuera, pero como ocurre casi todo lo que te da un miedo profundo, cuando ocurre te duele, pero también tiene algo muy liberador. Con esto no te voy decir que es una lección de vida, que el universo lo puso en tu camino para darte una lección ni ninguna soplapollez de ese calibre, simplemente, que como no eres gilipollas, cuando te enfrentas a algo duro y te pegas una buena hostia, una parte de ti hace por aprender, aunque sólo sea porque no le vuelva a ocurrir. Lo de la liberación, en cambio no siempre acontece, pero sí que es frecuente ya que casi siempre lo que hacemos por evitar que algo ocurra suele ser tremendamente agotador y cuando ocurre lo terrible, podemos descansar y dejar de vivir evitándolo (el miedo al fracaso, a la muerte de un familiar que requiere arduos cuidados, al final de una relación…)
El caso es que lo de suplicar sólo lo he hecho dos veces en mi vida. Ambas con chicas de las que estaba enamorado, o más bien estaba de la primera y estoy la segunda, ya que actualmente sigue siendo mi pareja (pobretica, que engañá la tengo que me sigue viendo con buenos ojos…)
Este artículo es 100% subjetivo, porque simplemente hablo de mi experiencia y no estoy tratando de sentar cátedra de nada. También, a estas alturas del partido, me la suda bastante si os parece bonito o feo, para qué coño os voy a decir otra cosa, y la verdad es que me gusta bastante conectar con la sensación de certeza y verdad interna cuando lo escribo porque antes no hubiera sido capaz, supongo que no lo he conquistado del todo, pero poco a poco, voy superando mi necesidad de gustar y de seducir a otros.
Lo de suplicar no tiene buena prensa. Se peca bastante de decir de forma reduccionista “esto es bueno” o “esto es malo” y creo que las cosas dependen de cada persona y sobre todo, no son tantas buenas o malas en lo que son, sino sobre todo desde se hacen…
Con este escrito no quiero darte ninguna lección más allá de compartir contigo mi experiencia y transmitirte lo que me aportó.
Supongo que “supliqué a una pareja” sería algo que la mayoría de psicólogos, gurús, expertos en desarrollo personal o espritiual y demás folletás consideraría una de las tan ahora de modas Red Flags. Suplicar suena a dependencia, suena a arrastrarse, suena a no tener orgullo propio y quizás tampoco amor propio o autoestima. Pero no tiene que ser siempre así.
En primer lugar, creo que para analizar esto, debemos ir más allá del otro y ver lo que fue para mi el hecho de suplicar.
Me flipaba una chavala, pero la historia me daba mucho miedo. Me daba muchísimo miedo hacerle daño a ella, me daba miedo sentirme culpable si eso ocurría pero, sobre todo, me daba miedo volver a perder a alguien querido por motivos de salud como me había pasado con mis padres ya que tiene una salud complicadilla. El caso es que creo que me faltaron cojones y poner toda la carne en el asador en esa relación, y cuando me di cuenta de esos miedos, intenté enmendar la plana y le dije que estaba enamorado de ella y que le pedía que cambiase su plan de opositar por quedarse conmigo en Granada y compartir la vida juntos.
Me rechazó.
Se me partió el corazón y sentí un desgarro brutal.
Hablando con mi psicólogo actual, Teo, le comenté con cierta vergüenza que lo estaba pasando tan mal que hasta le había suplicado a Dios que hiciese que cambiase de idea. Le comenté que personalmente soy creyente pero creo poco en la idea de un Dios que te da algo porque se lo supliques y que para mí la espiritualidad con lo divino es más una conexión y una relación amorosa…. El caso es que el cabrón de Teo me dijo: “no sé si Dios te lo dará, pero te viene muy bien verte suplicando”.
La frase fue como un puto bofetón en la cara a mano abierta. No era despectiva ni enjuiciadora, no había sarcasmo ni maldad, simplemente, señalaba bien mi miedo y carencia. Mi herida supurante.
Pedir algo así era una cosa que me daba muchísimo miedo. Ser el que necesita al otro y no tener nada para darle, asumir la responsabilidad de la petición hecha, poder recibir un no después de mi esfuerzo titánico de pedirlo, ver que a pesar de todo lo que doy al otro puede no valerle como para querer corresponderme.
Me vino bien esa humildad, me vino bien ser débil, me vino bien no tener la sartén por el mango, me vino bien atreverme a abrir el corazón y entregarme de esa forma a ella, me vino bien sentir mis miedos a no valerle, me vino bien que me rechazara de la forma humana, amorosa y compasiva en la que lo hizo (Gracias, de todo corazón) y experienciar que, a veces, no le iba a gustar a quien yo amase y quisiera y que eso duele, pero que de perder y de no valerle al otro se sobrevive.
Pero más aún fue hermoso vivenciar que hay algo bonito en amar al otro, aun cuando el otro no te corresponde. Que amar, siempre, merece la pena por lo que provoca en ti cuando es genuino y desinteresado.
La otra vez que he suplicado ha sido con mi pareja actual. Tengo miedo de que lo que le ofrezca no le valga. De no cubrir sus necesidades o de que no le haga sentir como ella quiera. Al principio esto me resultó muy amenazante, y en parte me enfadó mucho, porque creo que lo que le doy es algo bueno, hermoso, puro y bonito, mi esencia más genuina y me duele y da miedo que eso pueda no ser suficiente para ella, que pueda no valerle a pesar de ser lo mejor de mí y que me deje. Me salía un “esta es mi forma de amarte y sólo tú puedes ver si te gusta o no” que tiene una gran parte de verdad, pero que también, es una fórmula que no recoge todo el sentir de mi corazón, ya que hay una parte mía, que simplemente y por encima de todo, teme profundamente que no le valga, porque sin dependencias ni historias, ya que sé que podría vivir sin ella, la verdad es que lo pasaría fatal porque el caso es que me hace jodidamente feliz, estoy enamorado hasta las putas entrañas de ella y me dolería terriblemente perderla.
Si te parece amor romántico idealizado o tóxico, si crees que es una necesidad de valerle o que soy una persona dependiente me suda bastante la polla. Porque no tiene nada que ver con eso, hoy en día, le tenemos tanto miedo al dolor que estamos justificando la no entrega, y el amor cuando es de verdad, siempre tiene un mucho de eso.
La quiero, y quiero valerle y tenerla en mi vida y me jodería la virgen puta perderla. Le he abierto mi corazón y me he entregado voluntaria y elegidamente, dándole el poder de hacerme daño, no porque le de un cheque en blanco y no tenga mis condiciones, sino simplemente, porque decidí que nada de lo suyo me es ajeno y que me gusta tenerla en la mi vida, de forma que, en parte, lo que a ella le pase o decida sobre nuestra relación tendrá un impacto notorio en mí y mi felicidad.
Así que hace poco, en vez de protegerme y darle ese ultimátum, en vez de criticarle porque no valorase cómo la quiero o no le valiese por sus mierdas, simplemente fui humilde y me hice cargo de mi responsabilidad que es mi mundo interno y mi coherencia y le supliqué que por favor intentase ver lo que le doy y valorarlo porque no quiero perderla.
Espero por Dios que así sea.