¿Qué es lo que mueve al ser humano a la búsqueda del otro? Buscamos al otro para crear un proyecto común que satisfaga nuestras necesidades mutuas. Es decir, para proveer y ser provistos.
A veces, a través de las necesidades deficitarias queremos al otro no por lo que suma, sino para tapar nuestras fallas y heridas y buscar alguien que “nos complete”, como si pudiéramos fusionarnos con el otro. Sin embargo, si hago esto, creo que no estoy eligiendo exclusivamente por el amor que el otro provoca en mí, sino también por el bienestar que me otorga al calmar otros problemas, por lo que lo que me atrae de mi pareja son dos cosas a nivel funcional: la de ser amado y la de bálsamo de mis heridas, por lo que en parte estoy instrumentalizando al otro para obtener cierta sensación que para mi es importante. También estoy colocando en el otro la responsabilidad de un bienestar que es mío, de tener que realizar ciertos aspectos, de vivir ciertas polaridades que no quiero hacer y que por tanto intento vivirlas a través del otro o que sea éste quien me las resuelva.
A mí que siempre me ha interesado la antropología y que trato de evitar el sesgo etnocentrista propio muchas veces de nuestra forma de construir conocimiento, me llama la atención cierto patrón cultural que expone el libro pero al que quiero darle una pequeña vuelta de tuerca. Así, tal y como señala el texto en Occidente tratamos de buscar a la persona para que nos compense y nos provea en el aspecto introspectivo del ser humano, en aquellos aspectos internos, más emocionales y en Oriente, en cambio, parece ser que una de las grandes motivaciones para escoger pareja son sus capacidades para proveernos a nivel externo, es decir, en lo económico y otras funciones de tipo material (proveedor de cuidados, amante, madre…). Sin embargo, es precisamente el rasgo contrario, el que más caracteriza a cada cultura: Así la cultura occidental ha desarrollado eminentemente la búsqueda de su bienestar a través del control del medio y de los recursos materiales que este le ofrecía gracias a sus avances tecnológicos (la psiquiatría, la industralización… son buenos ejemplos de ello) y de poner en el foco en el exterior… La cultural oriental, en cambio, ha sido la que más ha desarrollado los aspectos internos del individuo como fuente de su bienestar y felicidad, enfatizando la conexión con lo corporal y la paz interior como refugio de plenitud (el taoísmo, la meditación vispassana, ciertos aspectos del bushido, el kamasutra… son buenos ejemplos de este foco centrado en el propio individuo). Es decir, cada cultura erige como motivación básica para la búsqueda de pareja aquello en lo que es más deficitaria en la formación de cada individuo. Me parece, por tanto, que la búsqueda de parejas por necesidades deficitarias no sólo es algo propio del estado de cada individuo, sino también un acentuado aspecto cultural…
Por otro lado también existen las necesidades funcionales, que buscan aumentar la eficacia y funcionalidad de cada miembro y el conjunto. La necesidad existencial actual, en cambio, podría aparentar ser “lo ideal” ya que no pongo en el otro la responsabilidad, pero veo que tiene el otro que a mí me falta para aprender de él. Se trata pues de elegir a un compañero de camino, que probablemente, destaca en aquello que a mi me falta, para aprender de él pero sin querer que el otro sea la fuente de mi bienestar al cubrir esa faceta de mi vida por mi.
Sin embargo, lo ideal sería no anclarse en ninguno de estos tres modelos, y ser capaz de saber en cada momento habitar en uno de ellos, siendo conscientes de ello y de que es algo que puedo necesitar en este momento pero no un cliché fijo.
Para que una pareja marche bien es importante la sincronización de ambos ciclos de satisfacción. Pero esto es algo complejo, porque las primeras partes del ciclo, como la sensación o la toma de consciencia son procesos internos, por lo que hay que hacer partícipe al otro de en qué estado de mi ciclo me hallo y para ello nada mejor que hablar desde mí en el aquí y el ahora conforme se van produciendo las fases de dicho ciclo, ya que así el otro podrá empatizar con el que expresa su ciclo y entender de dónde proviene, recrearse en su sensación y pasar a hacerla suya.
Las mayores dificultades para lograr que ambos ciclos estén orquestados de forma conjunta es la de negar el criterio del otro o no compartirlo en la fase de sensación, la proyección en el otro en la fase de energetización, el introproyectar la energía hacia mí en lugar del otro con respecto a la acción, la desviación en la fase de contacto y la desvalorización en la realización final. Tener en cuenta que en la retirada, no hay necesidad del otro, porque es el polo de la individualización, ya que necesito sentirme a mí mismo.
Sin embargo, las resistencias tienen un aspecto regulador necesario, ya que tenemos que tener en cuenta que su naturaleza es gradual, no dicotómica, ya que difieren en eso en el psicoanálisis y en el hecho de que el individuo puede alcanzar la consciencia de ellas. Su función por tanto es la de regular muchas veces situaciones de pareja que serían insostenibles o contraproducentes en determinados momentos, sólo llegan a ser algo perturbador de manera significativa, cuando nos instalamos en ellas y nos anquilosamos, siendo incapaces de responder de otra forma.
Cuando observo cómo se enfoca el tema de las polaridades en el sistema a dos, recuerdo uno de los postulados básicos de la terapia sistémica: El sistema es más que la suma de sus partes. De forma parecida, las polaridades son repartidas entre los cónyuges, de forma similar a si se construyera una pareja como ente propio, con una personalidad característica en la que cada uno tiene sus propias polaridades que expresan a través de los roles que ejecutan, de forma que sean complementarios. Esto lleva a una eterna “alcanzar la plenitud a medias” a nivel individual, a realizar juicios de valor en la pareja sobre cada polaridad y al juego contradictorio de estimular y sentirnos atrapados por la polaridad del otro y luego pedirle que la maneje como nosotros. El miedo que al ver la polaridad del otro nos evoque y conecte con la nuestra, que es negada, y se despierten miedos al conectar con ella.
Si en el individuo “Cuanto más desarrollo una polaridad más se desarrolla la opuesta” en la pareja ocurre algo parecido, si una de las polaridades que desarrolla uno de los cónyuges se impone sobre la del otro, la polaridad ignorada o reprimida aparecerá como una fuerte pulsión. La solución para esto es intentar asumir tus polaridades y tratar de vivir ambas, cambiando los roles de la pareja aunque sólo sea en pequeños momentos de libertad y aprender de la polaridad del otro. Sin embargo, esto a veces es algo muy complejo y genera problemáticas en la pareja, porque si el otro nos escogió por tener la polaridad opuesta, si busca que cubramos su déficit con el ejercicio de nuestra polaridad, si en muchas ocasiones hemos emitido juicios de valor sobre lo negativo de su polaridad… ¿Cómo reaccionará? Creo que se sentirá traicionada, pues ella ha cumplido su parte del trato, ella se ha mantenido fiel a su polaridad para darme y tratar de completarme y ha soportado mis comentarios en los que criticaba su polaridad, la sensación de injusticia, rabia y ataque será legítima si ella no es capaz de hacer lo mismo.
Es por esto, que es importante que logremos que las relaciones de pareja, se rijan desde la definición del amor sano y no compensar que es la oración gestáltica:
Sólo si conseguimos esto, y mediante una comunicación continua y de encuentro, honesta y responsable con nosotros mismos y con el otro, en la que hagamos ver a la pareja nuestra situación en el ciclo de necesidades con cada aspecto de la vida (aunque permitiéndonos y permitiendo guardar algo para nuestra propia autoconciencia), podremos llegar al entendimiento.