Seguro que has visto mil vídeos motivacionales, de esos que te dicen que “tienes que salir de tu zona de confort” porque es donde ocurren las cosas mágicas y te montarás en un unicornio de fantasía para cabalgar sobre el arcoíris… ¿En serio? ¿Tu vida va a ser genial sólo porque hagas cosas que no hacías?
Si te paras a analizarlo, la frase en sí, ya es muy seria: TIENES que salir de la zona de confort.
¿Qué pasa, que “mejorar” o probar cosas nuevas es ahora una obligación? ¿En qué momento se nos ha ido tanto la olla como sociedad que hemos elevado a imperativo moral el conseguir “ser mejor”?
Lo que más me preocupa no es la promesa de felicidad vacía que ofrecen, como si la tierra prometida estuviese fuera de esa zona conocida, sino lo que te dices a ti mismo cada vez que te obligas a ser mejor. ¿Qué pasa, que no vales tal y como eres? Tanto asco das, tan vomitivo eres que si no eres una versión “mejorada” u “optimizada” de ti mismo, no eres suficientemente bueno. No eres suficientemente digno de ser amado y tu valía personal depende de que desarrolles tus cualidades o de las experiencias que vivas por eso tienes que estar siempre mejorándolas y siempre exigiéndote más y más.
Las personas no somos un producto. No somos un objeto cuyo valor está en si es bueno, bonito o barato. Tenemos un valor como tal por nuestra humanidad, por ser personas. Por eso no tenemos que estar siempre mejorandolo y actualizándolo, como si fueramos versiones de una APP.
Está bien estar cómodo con quien eres, está bien querer disfrutar de lo que tenemos en la vida porque lo realmente importante (como amar y ser amado), disfrutar de esas pequeñas aficiones, compartir con las personas que son importantes para ti y estar en paz es lo que da la felicidad. Eso y no avanzar o probar cosas nuevas para luego contarlo y enseñarlo. Y la vida va de ser feliz, ¿no?
Pero nos han vendido tanto esa moto de la superación personal, de que vales en función de lo que vives o de lo que sabes hacer que se nos olvida. Así que estamos todo el rato en una eterna espiral de exigirnos, de ponernos metas a las que no llegamos porque nos ponemos tantas que es imposible y luego nos sentimos frustrados y culpables por no tener más fuerza de voluntad o no exigirnos más para llegar a ellas.
Y lo peor es que en cuanto llegamos a ellas nos ponemos otra meta. O aquello que era nuevo, como pasa a ser habitual, es una nueva zona de confort: así que tenemos que ir más allá. E incluso si tienes una fuerza de voluntad y de sacrificio enorme, creo que al final acabarás agotado, eternamente insatisfecho. Y lo peor de todo, de tanto correr tras esa meta, que cuando la alcanzas luego hay otra más lejos te habrás perdido la vida.
El ser humano, como todos los seres vivos, tiende al equilibrio y es ahí donde se encuentra regulado, autosatisfecho y en paz consigo mismo. Así que puedes tener momentos de esforzarte y crecer, pero necesitas luego periodos en tu vida de estabilidad y descanso porque si no vives forzando el motor, pasándolo de revoluciones demasiado tiempo y al final… se gripa.
No le veo nada malo a querer cambiar cosas, desarrollar habilidades o querer conseguir objetivos, pero sí me parece bastante enfermizo que sea algo que tienes que hacer, así, por cojones y no como una elección. Eres tú el que vive tu vida, así que tendrás el derecho a elegir si estás satisfecho con lo que tienes y sabes hacer (porque lo que eres no tiene nada que ver con ninguna de estas dos cosas) y si te apetece invertir un esfuerzo en cambiarlo o no.
Porque claro, salir de la zona de confort (al igual que quedarse en ella) tiene unas ventajas y un coste. Como todo en la vida.
Es decir, es cierto que si decides cambiar algo en concreto como, por ejemplo, empezar a hacer deporte para así mejorar tu salud y aspecto físico, pues me parece estupendo, y ganar esas dos cosas seguro que te reporta muchas alegrías y cosas agradables (que no felicidad, que es diferente). Sentirte más atractivo, estar más a gusto con tu cuerpo, menos dolores, envejecer mejor, menos colesterol… Pero desde luego, también tiene un coste: Las agujetas, el dinero, los sacrificios de comer cosas que te gustan, estar controlando tu alimentación en vez de dejarte llevar e ir comiendo lo que te apetece. Además, el tiempo que inviertes en eso no lo puedes invertir en otra cosa, como leer un buen libro. Y desde luego en la vida adulta no tienes tiempo para todo (Aunque la sociedad sí que te exige todo, porque claro, si tienes un físico espectacular pero no lees, dirán que eres superficial y tonto ¿verdad?).
Así que te recomiendo que pienses si quieres cambiar algo o no, y si es que no, que te des permiso para hacer tu zona de confort un poco más cómoda: ponle un sofá o una mesa camilla. Y hazlo sin culpa, porque, ¿sabes una cosa? Está bien tal y como eres. Disfrútala, disfrútate y disfruta aquello realmente importante que tienes en tu vida (¡especialmente si tienes un perrete!).