Mi novia, Siita, me recomendó una charla TedTalk de una tal Susan Cain, y yo me sorprendí, porque las charlas TED les pasa que hay de todo y cuesta separar el grano de la paja, pero me fío enormemente del criterio de mi chinorri favorita, que es más inteligente que Einstein la muy hija puta.
El caso es que en la charla en cuestión, la conferenciante hablaba de su experiencia como persona introvertida y hablaba de por qué el mundo está hecho para los extrovertidos y qué virtudes residían en el hecho de ser introvertido.
Bastante interesante y con algunos datos o líneas argumentales muy buenas. Como voy a hablarte del tema en parte en base a lo que dice esta señora, puedes ver la charla aquí: https://www.youtube.com/watch?v=c0KYU2j0TM4
Tras verla me quedé pensando en lo que decía. Por un lado había muchas cosas típicas de éstos tiempos y más en el enfoque de un norteamericano: Una evaluación de qué es bueno o mejor en el hecho de ser introvertido (lo importante es producir y evaluar, hay que ser pragmáticos como buen yanqui) y un cierto discurso de visibilidad/victimismo de lo injusto que es un mundo hecho para extrovertidos poco sensible con las virtudes o necesidades de los introvertidos, que no es que tengan un problema o valgan menos, es que son diferentes.
Libranos Señor, de toda posibilidad de rechazo y redefínenos en positivo.
Me gustaría destacar especialmente la reflexión que hace sobre el valor de la reflexión individual y de los espacios de soledad como forma de tener una autonomía interna alejada de la influencia y del arrastre del grupo. Me recordó la expresión del rapero Nach cuando dice: “Ahora todo es trabajo en grupo, y del pensamiento único jamás se supo”.
Sin embargo, la reflexión en la que me quedé enganchando, es por qué sobredimensionamos o vemos como algo tan positivo la extroversión. La señora Cain asegura que tiene mucho que ver con cómo funciona el trabajo en grupo en las grandes empresas y ciudades.
Puede que tenga sentido (incluso en una cultura como la norteamericana donde todo se ve desde una perspectiva individualista, sobre todo en lo económico y aunque ahora haya una guerra cultural que se está yendo al otro extremo) pero yo creo que sobre todo tiene que ver con el hecho de gustar y el miedo al rechazo que son el valor imperante en la sociedad moderna. A fin de cuentas, los extrovertidos somos una gente que sobre todo nos sentimos cómodos con los demás y hacemos que la gente se sienta cómoda, que sabemos leer a los otros.
Tiene mucho de empatía, desde luego, también de comunicación, pero creo que, en el fondo, en la sociedad del yoísmo, los “me gusta” en redes, de ver al otro como alguien para que nos admire, sobrevaloramos la extroversión por su componente de seducción (en el sentido más amplio, no sólo romántico-sexual).
Los extrovertidos gustan más, por eso los extrovertidos son mejores.
Así de sencillo, así de triste, y en parte, así de cierto en la sociedad moderna.
Dándole vueltas y masticando el tema como una cabra con un cardo borriquero, he caído en la cuenta de que el valor del intelectual que en su soledad y la introspección se percibía una garantía de sabiduría e inteligencia (muchas veces infundada y con todo lo que tiene esto de estereotipo) que era tan valorado y que vemos en figuras como Diógenes, los ermitaños retirados o los místicos contemplativos en su versión antigua o en los pensadores románticos del XIX, los lobos esteparios de Hesse o los intelectuales atrincherados en sus bibliotecas ha ido devaluándose y ahora nos gustan más los pensadores que quieren comunicar, que son divulgadores, influencers con muchísimos seguidores y casi estrellas del pop y creo, que en parte, les pedimos no sólo ser listos, sino sobre todo, o a por encima de ello (o a pesar de), les pedimos gustar.