“Nuestra dependencia nos hace esclavos de nosotros mismos, sobre todo, si esa dependencia es una dependencia de nuestra autoestima. Si usted necesita estímulo, la alabanza, la palmada en la espalda de todos, entonces todos hacen de su juez” con estas palabras, Fritz Perls señalaba cómo ponemos en manos de otros el poder de hacernos sentir bien con nosotros mismos, de poder o no amarnos.
Actualmente se habla mucho del tema de las redes sociales, de las adicciones que están generando entre sus usuarios, especialmente los adolescentes, y sobre la necesidad del control conductual que se deben establecer sobre ellas. “las malas son las redes sociales” se viene a decir. Leyendo un artículo de Echeburúa sobre el tema, éste concluye “El objetivo del tratamiento, a diferencia de otras adicciones, debe ser el uso controlado”
Es cierto que las redes sociales presentan un refuerzo positivo instantáneo y fácil, con los llamados “me gusta” o similares. Es decir, que en las redes sociales vemos una imagen distorsionada e idílica de las personas que conocemos, algo que como por ejemplo demuestra el estudio que realizó el Instituto de la Felicidad, nos crea sentimientos de tristeza al comprar nuestra vida con la de otros, y que el balance sea negativo (algo que creo que debe ser imposible, ya que nosotros solo conocemos de la vida de otros lo que nos muestran y de la propia todas nuestras propias miserias).
Hasta ahí, todo de acuerdo, las redes sociales tienen un formato y una forma de funcionamiento que parece que son perversamente adecuadas para generar este tipo de disfunciones. ¿Pero es eso todo? Yo creo, que son meramente la herramienta, el cómo de un problema de fondo, pero no el por qué de dicho problema.
Se está apostando por trabajar con las redes sociales y su forma de utilizarlas, no con los problemas reales de autoestima de la gente, no con el por qué necesitan desesperadamente la aprobación de otros y por qué esta aprobación les hace sentir tan bien, por qué le dan a la opinión de otros el poder de ser un refuerzo positivo tan enorme, de dar el subidón del crack de una raya de cocaína. Es como si postuláramos que el problema del alcohólico está en cómo bebe, y que por ello, tenemos que enseñarle a beber de forma efectiva, y no en por qué necesita la embriaguez continua (como forma de evitación, de regulación emocional…), en qué está manejando a través del alcohol.
Los sistemas de refuerzo y el modelo de funcionamiento de los mismos es igual para todos los usuarios, sin embargo, no todos desarrollan esa dependencia de las mismas o les provoca la misma sensación subjetiva de bienestar la validación social que proporcionan.
El problema de raíz es definido por la cita inicial de Perls con la que abría el artículo, algo que otros autores también han definido como “autoestima basada en el logro” en este caso, el logro social expuesto en las redes. Las personas, no se quieren a sí mismas. No se sienten dignas de ser amadas, y, como no lo hacen, necesitan que otros lo hagan por ellos, que otros se lo den, lo que les empuja a la búsqueda del heterosoporte frente al autosoporte propio, de decidir amarse y valorarse por sí mismos y no por lo que otros crean de mí.
Así, las redes sociales se convierten en el estrado y sus usuarios, en el jurado y en el juez que son capaces de dictar sentencia sobre nuestra propia valía. Pero ese poder, no lo tienen las redes per se, sino que es un poder que le dan las personas que se exhiben en ellas, las personas que las emplean para buscar la aprobación de otros, y así, sentirse un poco mejores, más “queribles” y probablemente, compensar una sensación interna de no ser suficientemente buenos y evitar así sentir el dolor de esa experiencia, pero al hacerlo, niegan también integrar la gestalten inconclusa, darse cuenta de la necesidad no cubierta y poner en marcha la respuesta emocional adaptativa para cubrir aquello que necesitan.
Si observamos la investigación respecto al empleo de redes sociales, los problemas de adicción que generan y la autoestima encontramos datos significativos como en la investigación de 2013 en el que se observó que el 20% de los jóvenes emplean las redes sociales por una motivación psicológica, que abarcan factores de autoidentidad, confianza en sí mismos, compensación social y entorno social. (Resultados que van en la línea de gran cantidad de estudios sobre esta ámbito realizados en diferentes países y población occidental).
Destacar que el 24,9% asegura que le satisface saber que gusto y lo que me valoran mis amigos y al 51% saber lo que dicen mis amigos de las fotos que subo y las experiencias que vivimos. Es cierto que gustar o saber las opiniones de otros respecto a algo, es algo agradable y normal, pero también denota una cierta primacía sobre el criterio ajeno respecto al propio, y que no debemos olvidar, la investigación sostiene la clara correlación entre baja autoestima-dependencia de las redes sociales y mayor necesidad de aprobación por parte de otros.
También son significativos el 23,5% que emplea las redes sociales para sentirse mejor cuando está triste, es decir, como estrategia de regulación emocional, y el 20,6% que postula que puedo ser más sincero con mis amigos que cuando estoy con ellos, cuando emplea las redes sociales y un 45,6% para hacer amigos nuevos, es decir, que la falta de contacto directo, de observar la respuesta del otro, les dota mayor sinceridad al protegerles del juicio del otro o su rechazo o de mayor control sobre cómo mostrar sólo lo que me gusta de mí frente a otro, lo que hace que me sienta seguro para la interacción (Lo que Perls llama la manipulación del otro y la deshonestidad consigo mismo y el otro)
Los mismos autores postulan en sus conclusiones que “respecto a las motivaciones de los jóvenes, son preferentemente de tipo individual, dirigidas a cubrir una dimensión emocional”
Otro estudio de la Facultad de Psicología de la Universidad Iberoaméricana de 2009 concluyó “se encontraron diferencias estadísticamente significativas entre los adictos y los no adictos a Facebook, lo que permitió ver que existe una relación estadísticamente significativa entre la adicción a Facebook y la baja autoestima, la depresión y la falta de habilidades sociales”
Todo esto postula la necesidad no tanto de trabajar con cómo se utilizan las redes sociales (que también es un área de intervención) sino a priorizar la relación consigo mismo de las personas, de cómo son incapaces de aprobarse y necesitan ser aprobados por otros, lo que dota a las redes sociales de un gran poder de refuerzo. Con esto además reduciremos el miedo al rechazo o al conflicto que está detrás de la necesidad de poner “distancia” (aunque sean tecnológicas) entre aquello que satisface la necesidad de contacto humano y la persona por el miedo a ser rechazados.
Enseñarle a un paciente a manejar conductualmente las redes sociales de forma adecuada le ayudará sin duda, pero seguirá teniendo problemas de autoestima y de cómo se relaciona consigo mismo y los demás, pero trabajar con el problema de raíz no sólo solucionará su problemática con estas plataformas, sino también le ayudará a crecer interiormente y a quererse más. Nuestros pacientes, se merecen que seamos ambiciosos y no sólo quitemos los síntomas, nuestros pacientes, merecen ser felices y plenos.
Bibliografía:
Echeburúa Odriozola E., & de Corral Gargallo, P. (2010). Adicción a las nuevas tecnologías ya las redes sociales en jóvenes: un nuevo reto. Adicciones: Revista de socidrogalcohol, 22(2), 91-96.
Harfuch, M. F. H., Murguía, M. P. P., Lever, J. P., & Andrade, D. Z. (2009). La adicción a Facebook relacionada con la baja autoestima, la depresión y la falta de habilidades sociales. Psicología Iberoamericana (Enero-Junio, 2010), Vol. 18, No. 1, pp. 6-18.
Colás, P., González, T. & de Pablos, J. (2013). Juventud y redes sociales: Motivaciones y usos preferentes. Comunicar, 40, 15-23Morten Tromholt, Marie Lundby, Kjartan Andsbjerg and Meik Wiking..The Facebook experiment: Does social media affect the quality of our lives? (2015). Hapiness Research Institute