No sé si tú eres de esas personas, pero hay gente que siempre está pensando en viajar. Parece que no es algo que lo deseen o les guste, sino que es algo que necesitan. ¿Por qué ocurre esto?
Los viajes son una actividad que es percibida como agradable para la mayoría de las personas, ya que es algo novedoso. Te permite conocer otras culturas, aprender de forma divertida, probar otra gastronomía (en mi viaje a Tailandia recuerdo engordar 8 kg en 15 días. Volvería sólo para comer, me flipa el picante…) y un montón de experiencias y actividades que por sí solas explican que a mucha gente le guste viajar. Yo entre ellas, para qué nos vamos a engañar.
Dicho esto, voy a intentar ir más allá y analizar variables psicológicas del asunto, de esta gente que le da una vuelta de tuerca de más al asunto y dice “necesitarlo” o directamente están obsesionados con ello.
Socialmente se han convertido en un nuevo “must have” u objeto de deseo. Antes no era tan frecuente encontrar gente con ese interés viajero (aunque también la bajada de precios de viajar lo ha convertido en algo más asequible) pero hoy en día casi todo el mundo viaja, asegura que le gusta y no tiene problema en invertir su tiempo libre y ahorros (algo escaso hoy en día) en hacerlo. En esto, como digo, hay algo que es claramente “moda” y que es una nueva obligación social, de forma que es interesante pensar cuánta gente lo hace porque le entusiasma de verdad y cuanta gente porque es lo que toca hoy en día. No digo que lo odien, pero quizás si no estuviera de moda como hace 20 años, no lo harían y preferirían gastarse la pasta y el tiempo en otras opciones. Si no, piensa en por qué ahora todo el mundo va a Japón y Filipinas y hace unos años era Tailandia. ¿De pronto todo el mundo siente un especial interés por las culturas asiáticas? Son, simplemente, destinos que están de moda.
Como “hay que viajar”, hacerlo es también un indicador de estatus. Antes sólo la gente de alto poder adquisitivo podía hacerlo y ahora se ha popularizado, así que la diferencia es la forma de viajar y hasta dónde/cuanto te puedes permitir. A esto hay que añadirle el sino de nuestra época: El Postureo. Si vas de alternativo y mega guay y lo haces rollo mochilero, cruzas La Patagonia y no sé que más en monociclo, eres un cultureta y no faltan tus fotitos viendo un cuadro con cara de súper profundo en el Pompidú. O eres el disfrutón de la foto de los mojitos y la hamaca en una playa del Caribe… Todo subido a nuestras RRSS, of course.
Cuando viajamos experimentamos una sensación de libertad, inherente al hecho de viajar y de estar de vacaciones: no trabajar, que no nos conozca nadie y poder vestir o actuar como queramos sin tanto miedo al qué dirán o nuestra imagen, poder improvisar dónde comer…. Nos damos permiso a muchas cosas cuando viajamos, como si necesitásemos una excusa. Hay gente que le gusta viajar por esto, porque en su vida no se sienten libres, y al conectar con la libertad intrínseca al viaje compensan esa falta de libertad en “la vida real”, o se alejan de aquello que se la restringe (familia, deseabilidad social, responsabilidades que asumimos sin cuestionarnos si nos hacen realmente felices…).
Viajar además es un escape de nuestra vida cotidiana, nos ayuda a salir de la rutina, (algo que está muy bien), pero que es particularmente agradable cuando sentimos nuestra rutina como algo que nos oprime u agota, (ahí ya ésta menos bien). Entonces viajar es como estar atravesando el jodido desierto del Sáhara y que ofrezcan una cantimplora de agua helada: es agradable a morir y matarías por ello, quizás incluso podríamos decir que no solo lo deseas, lo necesitas.
Viajar se convierte así en algo bueno porque te da un poco de esa agua, pero que en el fondo te perpetúa en el malestar: estas jodido con tu vida diaria y en vez de romper y liberarte de aquello que te oprime, llegan las vacaciones y haces ese viaje para “cargar las pilas” y poder seguir aguantando esa vida de mierda.
Pero es que no sólo escapas de esa realidad el rato que estás haciéndolo, también todos esos días que inviertes tiempo en preparar la ruta, planificarlo, elegir los alojamientos y restaurantes, leerte blogs en internet, ahí, con sólo pensar en ello y fantasearlo, tu mente se evade de tu realidad y te permite dejar atrás toda esa ansiedad, tristeza, rabia, vacío existencial, sensación de cansancio o hastío que tanto nos gusta jugar a no mirar porque es doloroso. Como ves, viajar, es una “cortina de humo” cojonuda para no ver lo malo que ocurre en tu vida, aunque por desgracia en estas cosas, no se aplica eso de “que ojos que no ven, corazón que no siente”, es más bien “si juego a no mirarlo me puedo autoengañar y no afrontar eso que es amenazante.”
Viaja, pero que sea una recompensa a tratarte bien y un acto de autocuidado y amor y no una huida desresponsabilizada.
Buenaventura del Charco pasa consulta cómo Psicólogo en Marbella, Granada y Online. Realiza docencia como profesor invitado en la Universidad de Granada y como director del proyecto Marbella Cuida.