El pasado 13 de noviembre de 2015, como todos, me quedé horrorizado ante la brutalidad del ataque terrorista cometido sobre la ciudad de París. Como este es un blog de psicología clínica y psicoterapia, no voy a dar mi opinión sobre los hechos ni deseo entrar en un debate político, sino que, despertó en mí preguntas sobre la visión clínica del asunto, así que empecé a leer artículos y publicaciones sobre el tema.
Explicar que los terroristas son “enfermos mentales”, “locos” o “psicópatas” sería harto reduccionista
El terrorismo, es sin lugar a dudas, tal como lo define el psicólogo Humberto Trujillo Mendoza (uno de los mayores expertos del tema y colaborador activo de las Fuerzas Armadas Españolas y del Centro Nacional de Inteligencia) un “fenómeno poliédrico”, es decir, un suceso altamente complejo en el que interactúan múltiples factores de tipo social, histórico, económico, político, psicológico (y no sólo psicología clínica, sino social, de los grupos y organizaciones…), religioso o ideológico, por lo que explicar que los terroristas son “enfermos mentales”, “locos” o “psicópatas” sería harto reduccionista. También, añadir que terrorismo es una terminología de moda, que engloba a realidades muy diferentes o que es poco precisa en las características de cada tipo de terrorismo (salvo por el uso de la violencia indiscriminada, hay factores muy diferentes en la génesis y desarrollo de un terrorista del IRA o del ISIS).
Sin embargo, diferentes investigaciones, han señalado aspectos psicológicos interesantes respecto a diferentes variables del terrorismo. En general, diferentes autores como Rasch, Ferracuti y Bruno o Corrado, han refutado la teoría de la psicopatología como explicación del fenómeno terrorista, lo cual no significa que muchos de los miembros de organizaciones terroristas no sean susceptibles de tener enfermedad mental o que incluso esta sea en parte la explicación de su pertenencia a estos grupos radicales, sino que no hay un patrón significativo y consistente que nos permita hablar de un “perfil” de terrorista o poder explicarlo exclusivamente desde un modelo de salud mental.
A parte de la explicación psicopatológica, se ha hablado mucho del problema del control y regulación de la emoción de la agresividad como factor explicativo del fenómeno terrorista, tanto desde modelos más psicodinámicos hablando de pulsiones agresivas como desde modelos más cognitivo-conductuales poniendo el foco en la capacidad de la regulación emocional. Citando literalmente a Paola Yael Expirel, en su tesina doctoral sobre el tema: “La violencia trasciende la psicopatología. No existe coartada ni justificación para su utilización, no es universal, inevitable o instintiva¨. Para este autor el plus de agresividad del ser humano se debe más al aprendizaje realizado al compás de los factores socioculturales que al influjo de la herencia, lo cual quedaría demostrado por la coexistencia de seres humanos agresivos y pacifistas. ¨Si bien el terrorismo incluye una violencia reflexiva, no impulsiva y requiere de la habilidad de posponer la gratificación a través de etapas de planificación largas y tediosas, en el comportamiento de los terroristas intervienen también otras características: la capacidad para una planificación minuciosa, la conducta instintiva regulada por la pulsión agresiva y los elementos propios de la imitación y el aprendizaje.”
En términos emocionales, es significativo el sentimiento de humillación-vengaza del que han informado varios estudios en jóvenes yihadistas
Quizás desde las terapias cognitivas, encontramos los elementos más clarificadores de este fenómeno, ya que se construye en gran medida entorno a una narrativa y a un sistema de creencias desde el cual el individuo se explica el mundo y actúa. Dentro de las características de un sistema de creencias es el de ser de tipo Abierto o tipo Cerrado, siendo los cerrados aquellos que engloban creencias concretas de tipo dicotómico y absolutista como “el mundo es peligroso y la gente es mala” o percibir el mundo en términos de “buenos y malos”. Este tipo de creencias además suelen ser de tipo central, que son aquellas que se caracterizan por ser más primitivas y nucleares (y por tanto, de las que más determinan el comportamiento y las vivencias del sujeto). A esto, habría que añadir creencias más periféricas, como por ejemplo las derivadas (aquellas que provienen de figuras de autoridad en las que se confía o que se establecen como interlocutores válidos), que parecen ser elaboradas por los adoctrinadores de estos grupos, como clérigos salafistas radicales, en el caso del yihadismo.
En términos emocionales, es significativo el sentimiento de humillación-vengaza del que han informado varios estudios en jóvenes yihadistas o clasificados como potenciales de ser reclutados por estas organizaciones, algo que explicaría por qué estos grupos suelen encontrar acogida fundamentalmente entre los campos de refugiados de Oriente Medio y los guetos y barrios marginales de Europa.
¿Qué concluir entonces a este respecto? Pues probablemente que entre los terroristas sí que podamos encontrar aspectos psicopatológicos como baja mentalización, rasgos de personalidad límite, búsqueda de emociones intensas y límites (Klausner habla de que sean stress seekers como hipótesis explicativa), psicopatía, rasgos narcisistas o histriónicos y una rigidez cognitiva notoria (dicotomía entre buenos y malos, introyectos de sistemas de creencias de regulación comportamental…) combinada con sentimientos de haber sido víctimas de agresiones e injusticia, pero que se dan en confluencia con una compleja realidad social, política, ideológica y económica.
Buenaventura del Charco Olea ejerce como Psicólogo en Marbella, Granada y Online, además de como ponente o profesor invitado en diferentes Universidades, Congresos e Instituciones.