¿Qué son los trastornos alimenticios?
Tipos de trastornos alimenticios
En España al menos 400.000 personas padecen alguno de los trastornos de alimentación existentes. Si bien la anorexia (caracterizado por una dieta altamente restrictiva y la obsesión con la delgadez) y la bulimia (consistente en atracones de comida de forma compulsiva y luego expulsarla mediante el uso de laxantes o provocarse el vómito) son los más conocidos, existen diferentes tipos de trastornos alimenticios como puede ser la vigorexia (obsesión por una alimentación que favorezca la musculación) o la ortorexia (personas excesivamente preocupadas por una alimentación sana y óptima).
Se habla continuamente del papel que juega una cultura excesivamente centrada en la imagen corporal, con unos cánones de aspecto físico que cada vez se han vuelto más inalcanzables y más basados en la delgadez extrema. Un buen ejemplo de esto lo podemos ver en cómo Marylin Monroe, quintaesencia de la sensualidad en los años 60, hoy en día encajaría poco en los patrones actuales y sería una chica quizás incluso un pelín rellenita o la investigación desarrollada por Maryanne Fisher en 2002 para la Universidad de Austria donde demostró que el Índice de Masa Corporal de las modelos de Playboy había bajado de 19 IMC a 17 IMC (una bajada bastante considerable). Si bien la delgadez parece estar un poco más en entredicho por fenómenos como las Kardashian con sus anchas caderas, la aparición de los “modelos curvys” cada vez más presentes en la industria de la moda y otros movimientos que plantean un cuestionamiento de la normatividad de los cuerpos lo cierto es que la tendencia a la importancia de la estética no ha disminuido actualmente, con una normalización de la manipulación de las fotografías por Photoshop para que resulten “más perfectas” y sobre todo la influencia de unas redes sociales que han provocado el efecto de acercar a las grandes figuras a la normalidad (muestran su día a día, salen hablando de sí mismas y hay una atmósfera de espontaneidad aunque en el fondo, están enormemente estudiadas), de forma que parecen menos inalcanzables y cercanas y por lo tanto modelos comparativos más válidos o el hecho de que permiten a cualquier persona jugar a proyectar una imagen de sí mismo, pudiendo hacer cosas que antes eran propias de las personas de la industria de la moda o el espectáculo (posar, retocar fotos…).
De esta forma, mediante la elevación del común de los mortales y “la bajada” de los iconos más atractivos de la sociedad parece que tener un determinado aspecto físico es más importante que nunca y que en el fondo, es accesible y es meramente, una cuestión de fuerza de voluntad, como si otros aspectos como la constitución fisiológica, el metabolismo e incluso el nivel económico (el dinero no compra la belleza pero sí ayuda tanto por estilismo como por pagar entrenamientos, retoques estéticos, alimentación especializada…) no influyeran.
Sin embargo, cuando oigo hablar de trastornos de conducta alimentaria (TCA) parece que este es el origen de todos los males, y si bien estos factores tienen una importancia muy significativa me parece que este enfoque es, cuando menos, enormemente reduccionista. ¿Si todos los jóvenes se crían con la influencia de los mismos medios y consumen las mismas redes sociales, cómo es que apenas el 1% de la población padece uno de estos problemas de alimentación?
Psicólogo Trastornos alimenticios
Como psicólogo en trastornos alimenticios he de decir que el tema del cuerpo y la imagen es sólo uno de los aspectos de esta problemática. La presión social está ahí sí, pero desde que realicé las prácticas de uno de mis postgrados en una de las clínicas más prestigiosas de Madrid especializada en este tipo de patologías y actualmente viendo éste tipo de problemas frecuentemente como psicólogo en Marbella y Granada, he de decir que nunca, absolutamente nunca me he encontrado un paciente que se deba sólo a eso. Siempre hay factores individuales, propios de la historia de vida y cómo no, de las decisiones de la persona.
Entre estos factores sin lugar a duda destacaría dos: La Autoexigencia y la Necesidad de Control. Y Creo que son los determinantes, muy por encima del peso y la imagen corporal.
El primero de ellos, la autoexigencia, hace referencia a una tendencia al perfeccionismo y va siempre acompañada de una alta autocrítica, en el que la persona se “fustiga” para hacerlo siempre mejor y obtener lo que considera como óptimo (idea que tiene de una forma rígida). Esta presión continua, que no sólo se da en el sentido estético corporal sino en casi todos los ámbitos de su vida hace que quien lo padece viva con una continua sensación de no ser suficientemente buena para ser aceptada, querida o valorada, de ahí que se obligue, llegando a caer en la crueldad y el sadismo consigo misma a ser perfecta. Todo esto provoca un estado de crispación, ansiedad, falta de autoestima e irritabilidad.
El segundo, la necesidad de control, es aún más importante, y probablemente, el primero sea una consecuencia del segundo (ser perfecta como forma de tenerlo todo controlado) y hace referencia a un miedo brutal a la vulnerabilidad, a ser débil o estar expuesta al rechazo, ataques de otros o al dolor, de ahí que la persona trate de compensar continuamente yendo al otro extremo, pues cada vez que tiene el control, ese miedo profundo se calma. La represión emocional de sentimientos (y los posteriores picos de descontrol: impulsividad, atracones, explosiones emociones, consumo…), la ansiedad nuevamente, el tapar la tristeza con rabia o no mostrarse honestamente son sus consecuencias más frecuentes.
Me sorprende cómo en las unidades de salud mental de trastornos de conducta alimentaria, hospitales de día para personas con anorexia y bulimia o las consultas de centenares de psicólogos, el foco de la intervención se basa mucho más en poner el foco en el cuerpo y la comida. Primero porque la terapia es altamente paradójica y contradictoria: se le dice al paciente que no se obsesione con la comida y su talla, pero en consulta sólo se mira si come o no o si engorda, con lo cual se está tratando el síntoma con más síntoma, de forma que sólo puede coger más fuerza. Segundo, porque se está ignorando lo que ocurre en el fondo con las variables descritas anteriormente y, tercero, porque se deshumaniza al sujeto y parece que sólo es una persona que come o que adelgaza y no un ser humano al que también le ocurren otras cosas como que le guste la filosofía, esté harta de su madre o le deje su pareja.
Tenemos que ampliar las miras y replantearnos qué son los trastornos alimenticios, o mas bien, para qué desarrolla una persona uno de ellos pues de lo contrario, como en los icebergs, veremos sólo lo que hay en la superficie, cuando lo importante y notorio, no está a simple vista y se encuentra en la profundidad.
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