Con frecuencia escucho que habría que enseñar más inteligencia emocional y técnicas psicológicas en los centros de enseñanza, sanitarios y otras instituciones. Desde luego no me parecería mal, aprender a tener una buena consciencia emocional y a expresar dichas emociones es una de las claves del bienestar, si bien podríamos discutir mucho sobre qué es hacer eso realmente, y cual es la forma adecuada, porque están llamando inteligencia emocional a negar y reprimir la rabia, a forzarnos a estar siempre alegres o a crearnos una falsa seguridad.
Pero por encima de eso, me sorprende lo poco que se habla ya de fomentar el pensamiento crítico en las personas, algo que me parece tan necesario como la consciencia emocional y más aún que las manidas herramientas psicológicas.
En primer lugar, porque muchísimos de los problemas psicológicos vienen como influencia de los mensajes que recibimos de nuestro entorno, ya sean sociales como los que nos bombardean en redes sociales y medios de comunicación o familiares/privados como ideas que recibimos de forma sutil por parte de nuestra familia sobre qué es adecuado y qué no o permisible. Si una persona es capaz de no dar por hecho estos mensajes, y aprender a cuestionarlos, a dudar de su credibilidad y sobre todo, a tomar una postura personal ante ellos y no lo que se le dice, será capaz de minimizar su efecto. ¡Qué poderosa arma contra los problemas de imagen corporal o la autenticidad sexual fruto de sentir que no somos válidos e imponernos los mensajes y cánones con los que se nos bombardea día y noche por parte de los medios!
¿Y en el caso de esos discursos familiares sobre el imperativo del sacrificio o de qué es ser válido? ¿O la definición que se nos da de nosotros desde pequeños en los que se nos dice que somos X o Y, de forma que si no somos capaces de cuestionarlo y dudar nos lo acabamos creyendo y somos esclavos de una narrativa no elegida que nos oprime?
Saber dudar de todo esto, evitaría que eso mensajes calasen y creasen no sólo muchísimo malestar psicológico y enfermedad mental, sino también mucha pérdida de libertad a la hora de elegir en nuestras vidas, poder conocernos y darnos permiso.
Por otro lado, muchos de los problemas psicológicos actuales, no son de origen individual. La influencia de la situación socioeconómica, del paradigma epistemológico o de las supuestas soluciones, muchas de ellas muy perversas como el pensamiento positivo o vincular la felicidad y el bienestar a conseguir objetivos, generan un enorme efecto negativo en las personas, y si éstas tuviesen herramientas intelectuales y críticas para poder “quitarle fuerza” a estos mensajes, no sólo les afectarían menos y reduciríamos la culpabilidad, la autoexigencia o la vergüenza, sino también ayudaría poder analizar las soluciones que merecen la pena y las que son poco sólidas.
En una época en la que sólo se valora lo práctico, y no lo analítico y reflexivo, en la que se quiere la respuesta inmediata y en la que se busca “la solución”, la receta y la herramienta mágica para solucionar los problemas, las personas cada vez parecemos más incapaces de pensar y tener una opinión propia para buscar nuestro propio camino, qué enfoques y recursos nos encajan con nuestra forma de pensar y nuestros valores o de asumir la responsabilidad y la autonomía de elegir en nuestras vidas la forma en la que queremos vivirla por encima del criterio “de los expertos” sean éstos psicólogos, científicos, gurús motivacionales o libros de autoayuda.
Aprender a reflexionar, a dudar de las cosas (incluso de nosotros mismos), a ser pacientes, a ver nuestras contradicciones, a madurar e incluso, a frustrarnos en tardar a llegar a encontrar respuestas o que estas no sean sólidas, sino abiertas a la duda y al error, es algo muy necesario en una época en la que todo va rápido, todo es incierto y en la que sólo demandamos que nos digan cómo hemos de vivir nuestras vidas.
Finalmente, creo que, si las personas fuésemos más críticas, los políticos nos tomarían menos el pelo y nos manipularían menos, de forma que sería más fácil que hubiese recursos y una gestión eficaz para poder buscar soluciones efectivas y pagar servicios sanitarios viables para los problemas de salud mental. Una ciudadanía crítica y poco dócil y mansa, es una ciudadanía que reivindica mejor sus derechos y exige soluciones eficaces y realistas para sus problemas, algo que desde luego no está ocurriendo actualmente con los problemas que afectan directa o indirectamente en los problemas psicológicos como las cuestiones identitarias, el individualismo, la normatividad, el consumismo o más evidente, en qué se gasta el dinero público, que tanta gilipollez impide que haya dinero para servicios de salud mental.
De forma añadida, aprender esos cuestionamientos filosóficos sería algo excelente para la formación de los futuros psiquiatras, psicólogos, orientadores y docentes que a día de hoy influyen en la formación y tratamiento psicológico de la población. ¡Cuánto me sorprende que en toda la carrera de psicología no haya una sola asignatura de filosofía y pensamiento crítico!
Por eso creo que hemos de defender la filosofía, y demandar que esta se imparta no sólo como estudiar a las grandes figuras filosóficas, sino también en aprender a ser críticos, a cuestionar, a dudar de lo que se nos dice a ir más allá de la pauta que seguimos sin pensar y sin ver de dónde viene, cuáles pueden ser sus fallos o sus limitaciones. Es la filosofía la disciplina que nos ayuda a ver las cosas en conjunto, a hacernos preguntas y no seguir pautas y de esta forma aprender a conocernos mejor a nosotros mismo y al mundo que nos rodea.
También nos ayuda a ver otros puntos de vista y argumentaciones, incluso a conocer la ideología rival, y creo que todo eso es algo muy necesario si queremos potenciar la empatía y reducir el clima de hostilidad.
Creo firmemente que ese lema/título de “Más Platón y Menos Prozac”, deberíamos elevarlo a Más Pensamiento Crítico y Menos Herramientas Psicológicas.